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Comercios de siempre que se esfuman

‘Paraguas’ de la calle Jaume II. A.F.

«La degradación del tejido comercial arrasa un centenar de comercios tradicionales al año», titulaba el domingo el Diario de Mallorca. M. Elena Vallés, en su reportaje, analizaba estupendamente los motivos de esa exterminación comercial.

Gran parte de su análisis se centraba en Palma y aparecían varias causas como las principales del cierre del comercio de proximidad: la sustitución de la población local (clientes naturales) por gente de paso principalmente turistas; la falta de relevo generacional; el incremento de los precios de los alquileres de los locales; la facilidad de comprar en supermercados y grandes superficies con aparcamiento, y el comercio online. Como ven son muchos gigantes casi imposibles de combatir.

En Palma hemos visto cerrar, con dolor, jugueterías, ferreterías, mercerías, tiendas de lanas, pequeñas eléctricas, droguerías y lo que más me duele, papelerías. Eran mis favoritas. A cambio tenemos muchas inmobiliarias, lugares en los que comprar sprays para pintarrajear paredes y otros en los que nos podemos agujerear el cuerpo o incrustarnos tinta bajo la piel. Y tiendas de móviles. Lo de ponerse uñas como espadas y comprar tabaco, también es factible. En el centro no puedes comprar una alcayata ni una bombilla, pero sí souvenirs y helados que pringan las aceras y comida vegana para llevar. Cosas todas muy útiles para quienes allí viven todo el año, ¿verdad?

El mercado es el mercado y en eso, como en todo, han ganado los grandes y poderosos, y el discurso de quienes dijeron que su política serviría para proteger la personalidad de la ciudad y su pequeño comercio quedó solo en verborrea. Porque a todas luces medidas eficaces no se han tomado. Decenas de comercios menos cada año, y un entramado de comunicación social y servicio a la comunidad que se va a pique. Ese es el resultado objetivo.

Parece un milagro que sobreviva ‘Paraguas’ de la calle Jaume II con su emblema icónico en la fachada, como lo fue en su día el guante de la mercería Ca na Maria des Fil, en la misma calle, ya desaparecido, claro.

‘Paraguas’ de la calle Jaume II. A.F.

¿Se puede hacer algo para evitar que los comercios maravillosos, con historia larga, pero sin viabilidad económica o sin relevo generacional se esfumen de nuestra ciudad?

A mí solo se me ocurre una: seleccionar los pocos imprescindibles que quedan y antes de que desaparezcan, comprarlos a costa del presupuesto público. A continuación, establecer convenios con personas que los gestionen preservando la esencia del negocio. Con unas condiciones claras de mantener la imagen y el tipo de producto. Dicen que en París lo hacen.

Plantear esto aquí sé que es impensable porque las soluciones efectivas no van con la administración ni con quienes ostentan cargos políticos. Aquí se aparenta, se lanzan largos quejidos en épocas electorales, pero se cruzan de brazos mientras cierran todas las tiendas que valen la pena y que da gusto verlas. Es ley de vida, dirá alguien, y es así, pero se podría hacer algo más para conservar esos tesoros.

Y otra cosa. Muchos comercios o pequeños talleres de arreglos o servicios han sido puestos en marcha por una persona que lo que ha hecho ha sido inventarse un puesto de trabajo, para ella misma, sin depender de nadie, con el riesgo que eso implica. En fin, un autónomo de toda la vida, un emprendedor, se dice ahora. Pues bien, por qué motivo, si ese autónomo ve la posibilidad o tiene la necesidad de proporcionar trabajo a otra persona, no puede pactar un sueldo y un horario con otro trabajador autónomo en lugar de tener que contratarlo como si se tratara de un potente empresario...

Conozco varios pequeños comerciantes que si pudieran hacerlo salvarían el pellejo. Ya saben que quienes trabajamos por cuenta propia no tenemos vacaciones pagadas, ni cobramos la extra de Navidad ni la de verano ni la de beneficios, ni podemos faltar por enfermedad. ¿A cuento de qué tenemos que pagar esas ventajas a otros como si fuéramos la Coca-Cola? A mí me resulta incomprensible.

Pues nada, ahí les dejo dos ideas: la de comprar establecimientos emblemáticos y la de poder contratar a otra persona autónoma. Esta última, quizás el Director de Comercio del ayuntamiento de Palma se la puede hacer llegar a la ministra, que mientras deshoja la margarita de qué candidatura encabeza, igual puede impulsar algo práctico.

Mientras tanto seguiremos cerrando tiendas y perdiendo calidad de vida en nuestra ciudad.

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