En los más de 70 años que lleva abierto, el bar Nou Marítim apenas ha visto situaciones similares. «Después de la pandemia y la inflación, cierro mi negocio. Esto ya no lo aguanto», lamenta Jaume Cunill, el propietario del negocio.

El responsable pone el candado por las obras del Paseo Marítimo después de unos días penosos: «El último día que abrí hice cuatro euros de caja, así no puedo sobrevivir», añade. No sabe cuándo podrá abrir de nuevo (las obras durarán unos dos años), por lo que de momento ha tenido que iniciar el papeleo para poner a toda su plantilla en ERTE por fuerza mayor.

Cunill se reivindica como uno de los grandes defensores de la reforma: «Era muy necesaria, en eso estamos todos de acuerdo», aclara. Sin embargo, el empresario sostiene que ha habido «un grave problema de falta de comunicación y diálogo» que ha derivado en un perjuicio para parte de los empresarios de la zona.

La ya extinta terraza del Nou Marítim, el punto fuerte del negocio, había quedado atrapada por una verja que únicamente deja un pasillo estrecho y lleno de suciedad: «Esto ya no es un sitio de paso. La gente tiene que venir aposta, y nadie se va a sentar aquí porque no es agradable». Entre otras cosas, el polvo y el ruido incesante de las máquinas invaden el ambiente, además de ser una zona de difícil acceso.

«Si tuviera que aguantar esta situación dos meses, lo haría como fuera. Pero dos años es inviable», alega. Intentará llegar a un acuerdo con la Autoridad Portuaria, que no le ha rebajado el alquiler pese a las obras: «En caso de que no lleguemos, estudiaré otras vías legales para que me compensen todo lo que estoy perdiendo».

Leonardo Melucci, el propietario de L’artista Pizzeria, también se suma a las quejas de empresarios. El responsable del local denunció ayer a través de un vídeo que las vallas han encerrado no solo su local: también han dejado inutilizables tres contenedores de basura, cercados entre las verjas.

«Así no podemos trabajar», lamenta. Aunque la mayor parte de empresarios del Marítimo coinciden en que la reforma era necesaria, muchos se han mostrado descontentos con la manera de llevarlas a cabo, un clima de malestar que ha ido aumentando a medida que los camiones y los tractores han ido ocupando la calzada y los negocios han quedado apartados.