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Palma quiere volver a cosechar

La arquitecta Maria Gómez completa un estudio sobre el futuro Parc Agrari de s’Horta de Dalt: «Dará valor a un territorio del que la ciudad ha chupado muchos recursos sin darle nada a cambio» - Pide al sector público que dé los primeros pasos

Terreno rústico próximo a Son Espases que formará parte de l futuro Parc Agrari de s’Horta de Dalt. | B. RAMON

Palma aspira a tener su propia despensa para llenarla con productos de kilómetro cero, frutas y hortalizas que crecerían dentro de los límites del municipio. El nuevo Plan General establece la creación de dos parques agrarios en el Pla de Sant Jordi y en el norte, en una zona conocida históricamente como s’Horta de Dalt y en la que se enclavan Son Espases, la UIB, el Parc Bit, Son Sardina, Sa Garriga y Son Espanyol.

«Estamos en una fase muy inicial. Para arrancar necesitamos dinero y empoderar a los agricultores y ciudadanos. Es un proyecto que puede dar mucho valor a un territorio del que la ciudad ha chupado muchos recursos sin dar nada a cambio. Se merece un retorno y un reconocimiento, y poner en valor lo que todavía no hemos destrozado», subraya Maria Gómez, arquitecta y urbanista que acaba de presentar un Trabajo de fin de Máster sobre el Parc Agrari de s’Horta de Dalt.

El proyecto todavía está lejos de materializarse —será la primera experiencia de este tipo en Balears—, pero es de los que prometen una transformación de calado: aprovechar tierras ahora en desuso, cosechar productos de kilómetro cero y de paso luchar contra el cambio climático.

La idea es recuperar y cultivar las 2.781 hectáreas de extensión agroganadera de s’Horta de Dalt, según cifra el Ayuntamiento. Es aproximadamente la mitad de la superficie que tendrá el parque agrario de Sant Jordi, con la dificultad añadida de que el norte del municipio está mucho más fragmentado, con más de un millar de pequeñas parcelas urbanizadas dispersas por todo el territorio.

La arquitecta y urbanista Maria Gómez. | B. RAMON

Profusión de chalets con piscina

«Tenemos los límites y el marco teórico», señala Gómez. «Pero hay que empezar a hablar de crear una red de caminos y accesos. También necesitamos una reserva de espacio para almacenes y zonas para usos agrícolas. Y a la vez establecer cómo se relacionarán los núcleos urbanos que ya existen dentro de lo que será el parque agrario. Hay 1.400 parcelas muy pequeñas, de dos ‘quarterades’ o menos (una ‘quarterada’ es equivalente a 7.103 metros cuadrados). Normalmente son chalets con piscina, y se concentran en los límites de núcleos como sa Garriga y Son Espanyol. Forman una corona de pequeñas fincas que configuran falsas urbanizaciones. Hay mucha fragmentación, y eso supone un obstáculo», añade esta arquitecta y urbanista.

Gómez considera que ya se podrían dar algunos pasos para empezar a configurar el Parc Agrari de s’Horta de Dalt. «Tenemos la UIB o el Parc Bit, donde hay mucho terreno público que podría servir para empezar a activar un banco de tierras», afirma.

Una de las fórmulas para dar forma al Parc Agrari es la custodia del territorio, un concepto poco conocido en Mallorca pese a que la isla acoge desde hace años decenas de experiencias exitosas. De hecho, la plataforma ciudadana Palma XXI ha formalizado un acuerdo de custodia del territorio en Son Sardina con un propietario y jóvenes agricultores. El primero ha cedido un terreno y los segundos le están dando un nuevo uso.

«Podríamos empezar ya. Hace falta dinero público, empezar a entrevistar a propietarios y hacer un inventario de agricultores para conocer sus necesidades. Hay que ir puerta a puerta para tener un conocimiento en profundidad del territorio. Para todo eso no es necesario esperar a la aprobación definitiva del Plan General. Lo importante es empezar a incentivar que los propietarios pongan sus terrenos en un banco de tierras para empezar a cultivar», valora Gómez.

«Detrás de un parque agrario tiene que haber un gran impulso de la administración pública a través de subvenciones para arreglar molinos y acequias. Y después practicar la agroecología, lo que implica crear comunidad y compartir maquinaria, almacenes y servicios», anticipa.

Gómez ve potencialidades como las tres acequias que se conservan —algunas en mejor estado que otras— como mínimo desde la Edad Media. Son la Font de la Vila, la Font del Mestre Pere y la Font den Baster, esta última con una comunidad de regantes. En todo caso, sería necesaria una inversión para recuperar este patrimonio y ampliarlo.

Territorio único

Esta arquitecta y urbanista celebra que s’Horta de Dalt sea concebido como un territorio único —«es la primera vez que lo pensamos en conjunto»— y reclama «iniciativa» al Govern balear , que tiene un listado de personas disponibles para cultivar. «Hay particulares que recogen almendra y cultivan», indica Gómez acerca de un territorio que, en todo caso, tiene menor tradición agrícola que el Pla de Sant Jordi.

Y advierte de que, tras elaborar una encuesta que respondieron 183 vecinos de la zona, buena parte de ellos mostraron sus cautelas: «Tienen una sensación de peligro después del proyecto del Segundo Cinturón, Son Espases, Parc Bit, la incineradora... Ha habido un alud de equipamientos no agrarios que se han impuesto al territorio en lugar de integrarse».

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