Si se decide comenzar a caminar por Palma, se podrían contar con los dedos de una mano aquellos establecimientos que esperan a sus clientes con las puertas cerradas. La normalidad se presenta mediante locales que aguardan con sus puertas abiertas de para en par, con productos ocupando parte de la acera y con alta música que hace volver la vista. Hasta el punto donde algunas tiendas han eliminado por completo las puertas de sus fachadas. 

Sin embargo, un gran problema llegará en septiembre para aquellos que decidieron deshacerse de estas entradas. El nuevo decreto para el ahorro de energía obligará a los comerciantes a mantener sus puertas cerradas en todo momento para evitar el gasto que provocan los aires acondicionados y calefacciones. Una nueva ordenanza que muchos comercios no podrán permitirse de su bolsillo.

«Esto nos va a dificultar mucho las ventas por el tipo de ventas que ofrecemos y porque parece que el negocio esta cerrado», explica Marian Calafell, empleada en un negocio en la calle de Jaime II.  

Unas ventas que para muchos comercios no son el problema principal. Para Tolo Soberats la primera preocupación que ronda su cabeza es el cómo podrá poner una puerta si su edificio se encuentra protegido por la Asociación para la Revitalización de los Centros Antiguos (ARCA) y, por lo tanto, no puede construir en la fachada.

«Es que no puedo hacerlo. Y no sé tampoco con quién hablar o a quién hacerle las preguntas», declara preocupado el dueño de un negocio frente al Ayuntamiento. Además, Tolo asegura que esta ley le perjudicará a su souvenir, ya que no son grandes cadenas donde la gente va a comprar sabiendo lo que quiere, como ropa específica o alimentación.

Una afirmación que repiten diversos comerciantes. Muchos turistas disfrutan entrando y saliendo de tiendas mirando de forma despreocupada. Lurdes Loma, vendedora de la zona, está convencida de que con la puerta cerrada los clientes se «lo pensarán dos veces» antes de entrar al comercio. Sin embargo, Lurdes intenta verle la parte positiva a esta dificultad que se añade a las pequeñas empresas. 

«Tal vez solo es acostumbrarse. Al fin y al cabo, toda la vida los negocios han tenido la puerta cerrada y han salido adelante», menciona la comerciante todavía esperanzada.

Ahora bien, esta no es la opinión más compartida entre los locales. Catalina Bonin afirma que, en invierno, los vecinos «no van a querer entrar y salir de negocios constantemente», mientras que en verano los turistas no estarán interesados ya que «entran a mirar por encima», una tarea que preferirán no realizar si el negocio aparenta esta cerrado. Otros comerciantes aseguran que el principal problema es que «aquel que toma las leyes no se pone en la piel de los pequeños negocios».

Por otra parte, desde PIMECO afirman que ya se han presentado las quejas correspondientes a la Conselleria de Trabajo.

«Hemos ofrecido la cortina de aire como solución para aquellos que no pueden poner una puerta, que si bien es cierto gasta, también lo hacen las puertas eléctricas que se abrirán y cerrarán todo el rato», declaran desde la asociación. Además, añaden que debido al aumento de la demanda y la escasez de ciertos materiales, «no habrá producto suficiente».