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Sobre bancos y fuentes

Banco de material plástico deformado en pocos meses. A.F.

El catálogo de mobiliario público del ayuntamiento de Palma va mermando en calidad con el paso de los años. Para justificarlo se escudan en argumentos de peso como la reducción de la huella de carbono, la eficiencia energética, la accesibilidad y el servicio al turismo. Este último quizás se lleve de tapadillo pero es un motivo principal.

Así que, siguiendo esos principios incuestionables, se han esmerado en colocar en nuestras calles, plazas y parques una serie de jardineras, macropapeleras, farolas y bancos, todo de material plástico, supuestamente reciclado. Lo de reciclar siempre vende.

De las feas farolas desnudas actuales y de las papeleras gigantes en las que nuestro turismo deposita los voluminosos envases que se traen de sus hoteles o cruceros con su todo incluido, les hablé ya en alguna ocasión y no para bien. Pero de bancos, de los de sentarse, no habíamos charlado. Pues me pongo a ello.

En Palma, de los bancos de piedra de creación como los del Born, la Ramblas y de la Plaza de España, pasamos hace años a los de madera de listones gruesos, de sección cuadrada, dispuestos en forma adaptada al cuerpo humano y con pies de hierro forjado. No todo iba a ser de máxima calidad, así que nos acomodamos a esos asientos de calle porque eran bonitos y prácticos. Pero llegó la normativa de accesibilidad y para que levantarse con facilidad de esos bancos anatómicos fuera posible para todo el mundo, se retiraron del catálogo y se sustituyeron por otros, también de madera, de listones anchos y reposabrazos metálicos en color plateado. Estéticamente no son tan bonitos pero parece que a la norma de accesibilidad no le satisface que a los viejos se les ponga, en hierro forjado, un apoyo central que podría solventar el tema. Por eso uno tras otro los siguen eliminando. La tremenda sorpresa viene ahora, cuando vemos que los bancos que ponen en los últimos tiempos, en lugar de ser de material noble, son del mismo diseño pero elaborados con algo parecido al plástico. Los distinguirán porque los brazos son de color negro

¿Y qué resultado dan estos asientos modernos? Pues un resultado nefasto. En muy pocos meses ya están cedidos en su parte central y en lugar de una línea recta dibujan una curva en el perfil de su asiento y se ven saltadas las varillas que intentan, sin éxito, mantener su forma. Miren los que han colocado en la plaza Guillem Moragues y en la parte central de la de Fleming, que para mucha gente sigue siendo la del Capitol, en honor al cine ya extinguido. De esta última arrancaron los demodés pero muy cómodos y estéticos de madera que llevaban años dando buen servicio y pusieron estas modernidades ecológicas que duran dos días. Me pregunto si constatar la brevedad del servicio servirá para que nuestros representantes políticos aprendan que no hay material más ecológico que el proveniente del tronco de un árbol y que no pasa nada si se talan los que están sembrados para tal fin. Y que lo acepten también nuestros técnicos, claro.

Como ven en materia de mobiliario vamos atrás como el cangrejo. Pasamos de bancos de piedra y hierro o madera a prefabricados plásticos. De farolas de hierro y vidrio a otras desnudas y de PVC y de papeleras discretas y reducidas a gigantescas negras en cantidades industriales.

Para no dejar títere con cabeza. ¿Qué decidieron tocar más? Pues las fuentes de hierro forjado, que algunas más antiguas y otras menos, nos acompañan desde hace entre 30 y 100 años. Sin encomendarse a nadie decidieron que, ya que tenían el trabajo hecho de la acometida de agua, sería estupendo plantar en su lugar un trasto moderno que proporciona agua más potable que la potable. Mucha gente ha puesto el grito en el cielo y exige que sus fuentes regresen a Es Fortí, Son Fortesa, Santa Catalina, el Molinar, el Amanecer, Son Serra… porque esas fuentes son mucho más que un sitio en el que beber. Es el lugar de los juegos de niñas y niños, en las que llenaban globos de agua y con la que se refrescaron el cogote después de jugar a la comba o a la pelota. Y esos recuerdos colectivos se conservan si se mantiene el rastro de la historia humilde en la ciudad, o lo que es lo mismo, esas fuentes originales en su lugar.

Mi amigo Biel Sevilla me confirmó que la fuente es mucho más que un servicio. En el trabajo de campo sobre es Jonquet, que realizó hace bastantes años para uno de los muchos planes de ordenación que ha tenido la zona, preguntaban a las criaturas cuál era su lugar preferido de juegos. El de las niñas era «sa manxeta». La gente de aquí, por mucho grifo que tuvieran, siempre les llamaron sa manxeta y siempre fue un lugar de encuentro. Especialmente, según me cuenta Biel, para las niñas.

Dejemos de perder, recuperemos la calidad de farolas, papeleras y bancos y volvamos a poner las fuentes bonitas en su sitio; las nuevas están pensadas especialmente para turistas. Quizás, si escuchan y atienden, consigamos sentirnos de nuevo en nuestra ciudad.

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