La revetla de Sant Joan trajo este jueves la noche más mágica del verano y la más esperada. Tras dos años sin poder disfrutar de esta celebración en las playas de Palma por la covid, miles de personas llenaron, desde primera hora de la tarde, los arenales de Can Pere Antoni, el Portitxol y Ciutat Jardí, que lucieron a rebosar.

«Teníamos muchas ganas de celebrar esta noche, Sant Joan es una alegría y hemos venido todos juntos a disfrutarlo», expresó contento Luis Arnaldo. Paqui Vidal y Jordi Aguiló tampoco quisieron perderse la revetla en Can Pere Antoni, en este caso en pareja: «Ya teníamos muchas ganas de venir, hacía cuatro años que no lo celebrábamos y lo hemos cogido con ganas», aseguraron, aunque reconocieron que había sido un plan improvisado «porque con este tiempo no sabíamos muy bien qué hacer».

Luis Arnaldo y su familia mientras esperaban la cena. Nair Cuellar Beato

Y es que por la mañana todas las miradas se dirigían al cielo por temor a que las recientes lluvias continuaran y arruinasen la ansiada celebración -un manto de nubes negras amenazaba en el cielo-. Sin embargo, por la tarde las cigarras pusieron la banda sonora a una peregrinación que llevaba mucho tiempo sin verse. Familias enteras, grupos de amigos y parejas se dirigieron desde todas las direcciones hacia las playas cargados con los enseres más dispares: sillas, mesas, carros de la compra, neveras y muchas barbacoas.

«Nosotros hemos traído mucha, mucha carne: chorizos, entraña...» explicó la familia Guamán mientras preparaba la cena. La familia de Ingri Restrepo, quien celebraba su 45 cumpleaños, cocinó productos típicos de la gastronomía colombiana, como «unos ricos pasabocas». Pero también fue una noche de improvisación por esa lluvia que acechaba por la mañana. Líneas más arriba lo señalan Paqui y Jordi, quienes explicaron que «como no sabíamos si venir, hemos traído unos bocatas de ensaladilla».

La familia Guamán mientras prepara la cena. Nair Cuellar Beato

Emili Grabiel, Gylbert Díaz y sus compañeros de instituto también planearon la noche a última hora. «Ha sido algo espontáneo y hemos traído patatillas, crespells, galletas...cosas de adolescentes», dijeron entre risas. Era la primera vez que celebraban solos Sant Joan en la playa.

Aunque la expresión ‘no cabe un alfiler’ tomó todo su sentido anoche en los arenales de Palma, cabe destacar que el espacio fue perfectamente delimitado por todo el mundo. Ya fuese con pareos con motivos étnicos, toallas, velas o incluso cintas de separación, quedó muy claro cuál era el sitio de cada uno para disfrutar de la ansiada noche sin molestias.

La playa de Can Pere Antoni parecía un festival de música, ya que diferentes grupos y estilos podían escucharse por todas partes. Había gente bailando, hidratándose para soportar el calor y también hubo sitio para el deporte. Pudo verse algún que otro campo de fútbol improvisado y a gente jugando al voleibol.

No faltó la venta ambulante en los arenales palmesanos, pero tampoco la vigilancia de la Policía Nacional, que recorría el perímetro de las playas para evitar incidentes. 

Los turistas también se hicieron un hueco en la revetla. Algunos, eso sí, algo despistados, no sabían por qué estaban tan llenas las playas. «Nos alojamos en Alcúdia, hemos venido a Palma de visita. Nos queríamos dar un baño porque teníamos mucho calor y nos hemos sorprendido al ver a tanta gente. ¡No teníamos ni idea de esta fiesta!, señaló sorprendido el holandés Manfred Jansen, que está de visita en Mallorca con unos amigos y por azar vivió la magia de la noche de Sant Joan en Ciutat Jardí.

Reencuentro familiar

Después de las copiosas cenas, ya al caer la noche, algunos de los palmesanos y palmesanas pusieron en práctica, según explicaron, los rituales que desde hace dos años permanecían en letargo, como por ejemplo bañarse en el mar a medianoche o quemar papelitos con deseos en las velas

«A las doce la meteremos en el mar para que se cumplan todos sus proyectos», señaló la familia de Ingri, que no solo celebraba su cumpleaños, sino que vestidos de blanco daban las gracias por haber podido reunir a toda la familia de Colombia en un día tan especial.

Ingri Restrepo posa junto a su familia. Nair Cuellar Beato

Los familiares de Luis, por su parte, decidieron bañarse en el mar a medianoche y «poner velas para pedir un deseo. ¡A ver si se puede cumplir!», apostillaron.

Velas, vasos, plásticos, cerillas...todo un cúmulo de residuos que desde la Conselleria de Medio Ambiente se pidió que se recogieran debidamente al terminar la celebración. Así, en un mensaje de Twitter, animó a la ciudadanía a disfrutar de la fiesta «con cabeza» y «sin dejar huella». Por ello recomendó volver a casa con los residuos. «Mejor no generar, pero si no es posible, recíclalos», concluyó su mensaje.