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Multas inexistentes para quien se lo merece

Coche aparcado en una esquina pese a la señalización y a la norma. A. FERMOSELLE

Parece que en mi barrio quienes llegan los últimos, con su coche y por la noche, tienen premio. Pueden aparcar sin ningún castigo en cualquier esquina de las que están pintadas con líneas amarillas o en alguno de los escasos pasos de cebra que hay dibujados. O al menos eso creo, porque cada mañana, al avanzar andando hacia mi trabajo, maldigo a entre seis y ocho coches que, pobrecitos ellos, se han visto obligados a ocupar los pasos reservados y rebajados para peatones, sillas de ruedas y cochecitos de bebés. Al resto de la humanidad ¡que le zurzan!, deben pensar. Nunca he visto a ningún agente del orden corrigiéndolo. A mí ni se me ocurre hacer algo así porque me parece inmoral y egoísta, y en último término porque seguro que me tocaría una multa.

Y hablo con conocimiento de causa porque me han caído dos de 300 euros, ambas por circular cerca de la rotonda del Conservatorio, dicen que a más de 40 kilómetros por hora, dos domingos distintos a eso de las 12 horas. Pudiera ser que en lugar de a 40, a una hora en que no había prácticamente tránsito, fuera a 45, por una calle muy ancha, con tránsito segregado y con gran visibilidad. No digo que no, pero no puedo comprobarlo porque jamás tuve la primera notificación que debería llevar la foto que lo demostrara. La cuestión es que hace un mes y con una semana de diferencia me llegaron en plan abusón las dos multas por teóricas infracciones cometidas ¡en junio y septiembre del año pasado! Tenían todos los recargos posibles y, como ven, con 9 y 11 meses de retardo. Ah, y primero me llegó la de septiembre y siete días más tarde la de junio. Desde entonces llego a casa temblorosa, no sea que haya algún aviso más colado por debajo de la puerta. Por suerte, por ahora no ha pasado y solo encuentro papeles con anuncios de gente interesada en «comprar casas por esta zona». Se ve que hay mucho dinero dispuesto a apropiarse de la vivienda escasa y humilde.

Ya les contaré cómo acaban los recursos que he presentado en registro de Cort, porque supongo que debo ser una de esas afectadas por las notificaciones no entregadas por la empresa contratada o incluso de firma falsificada. Leí la noticia que Diario de Mallorca publicó en su día, pero ni se me ocurrió pensar que yo pudiera ser damnificada. Si la primera multa me hubiera llegado, y fuera cierta, pongamos en julio, me habría ahorrado casi con seguridad la de septiembre, por aquello de la disuasión, y la hubiera liquidado con un gasto de 50 euros frente a los 600 que me reclaman ahora. Y lo hubiera pagado sin rechistar porque la norma es la norma y bienvenidas sean las limitaciones de velocidad. Podemos discutir detalles, pero ese es otro tema.

Como hemos visto hay multas y multas, unas implacables, las de los aparatos controladores de velocidad, aunque sin ningún peligro te excedas de muy poco, y otras inexistentes, como las que no ponen a quienes aparcan en las esquinas.

Como anécdota casi de recochineo les cuento que, pocos días antes de que me llegaran las cuantiosas multas que les he explicado, unos vándalos hicieron una señora pintada en la puerta de mi casa; una puerta, de madera de iroko que trato con aceite para protegerla de la lluvia y el sol. Después de la agresión, la he sometido a decapado y agua a presión para eliminar la huella de los cafres, y a nueva capa protectora. A esos tipos no les cayó multa alguna. A mí arreglarla me ha costado una pasta.

En fin, ahora además de llegar a casa asustada por si encuentro más papelitos de sanciones, salgo de ella por las mañanas atemorizada por si han vuelto a descargar sprays. Y mientras avanzo hacia el trabajo voy deseando con todas mis fuerzas desintegrar los coches de las esquinas. Vaya estrés ¿verdad?

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