Ni la pandemia ni la amenaza del cielo encapotado acobardaron ayer a los imponentes gegants que desfilaron ayer por las calles del centro de Ciutat. A su paso, los cientos de espectadores que observaban la función tenían un aspecto diminuto en comparación a los muñecos de más de tres metros de altura, que pese a su enorme constitución, bailaban gráciles y ligeros al compás que marcaban los xeremiers.

Una decena de consistorios mallorquines desempolvaron ayer sus gigantescas marionetas, aletargadas durante dos años por las restricciones sanitarias, para la XXIV edición de la Trobada de Gegants de Palma. El encuentro congregó a 14 colles de distintas localidades, como Calvià, Manacor, Consell, Campos o Alcúdia, así como los del ayuntamiento de Palma, y a unos 250 participantes entre portadors, bailarines y músicos.

Entre el público más joven, algún que otro niño trató de huir al toparse por casualidad con tal espectáculo. Entre las tradicionales figuras también estaban los capgrossos, que llamaban la atención por sus extrañas cabezas de gran tamaño y semblante particular.

Centenares de residentes y turistas tenían un aspecto diminuto en comparación a los títeres de más de tres metros de altura. Manu Mielniezuk

Tradicional itinerario

A las nueve de la mañana, los gigantes se plantaron en la calle del Palau Reial y Cort presentó a las distintas agrupaciones culturales. El alcalde de Palma, José Hila, y el regidor de Participación Ciudadana, Alberto Jarabo, les dieron la bienvenida mientras los viandantes, curiosos, se acercaban a las figuras y se arremolinaban para fotografiarlas.

Después de un primer baile al ritmo de las xeremies, flabiols, flautas y ximbombas, sobre las 11:30h las marionetas tomaron la calle Colom rumbo a la Plaza Mayor, donde volvieron a plantarse para danzar con ágiles giros y piruetas. A las 12:00h, continuaron la ruta por las estrechas aceras de Sant Miquel. «La calle se queda pequeña para tanto gigante», comentó un asistente, escondido de la llovizna bajo su paraguas.

El acontecimiento se suele celebrar en septiembre, pero la pandemia de la covid y las restricciones sanitarias aplazaron la cita hasta marzo. Finalmente, después del último encuentro en 2019, la Trobada recuperó su itinerario tradicional, que terminó en la Plaza de España. Allí, alrededor de la una del mediodía, se había previsto un último baile para finalizar el encuentro, pero no fue posible porque ya estaba en marcha la Fira d’Expositors de Palmadona.

‘Gegants’ africanos

La estrella de la jornada fueron los títeres gigantes de la Família Tambedou, una agrupación de origen africano que, por primera vez, se sumó al pasacalles ayer con cinco enormes marionetas caracterizadas con vestidos étnicos y pintura en el rostro, obra del escenógrafo José Menchero. El animado ritmo de los tambores y los sonrientes bailarines conquistaron a los espectadores. A su paso, los asistentes se contagiaban de alegría y empezaban a bailar de forma casi inevitable.

Se trata de un joven proyecto nacido en Cataluña, entre la compañía Roseland Musical y el grupo de danza ‘Kayfey’ (‘ven a bailar’, en español) de la coreógrafa senegalesa Ana Mbengue. Bailarines afincados en Mallorca y en Barcelona trabajan en esta iniciativa, que pretende introducir la cultura africana en las fiestas populares de habla catalana para que la comunidad se sienta parte de la sociedad.

«La cultura africana forma parte de nuestra vida, por eso hacemos un llamamiento a la comunidad para que acudan a las fiestas tradicionales y participen en ellas», explicó la directora artística de Roseland, Marta Almirall, tras concluir con éxito el desfile: «Nunca habíamos bailado con gegants, esta ha sido nuestra primera vez, pero si vuelven a invitarnos vendremos con mucho gusto», aseguró.

Pese al indudable éxito de los africanos, la pareja gegants payeses Tomeu y Margalida de la Sala de Palma también fueron protagonistas del desfile. Con sus 50 kilos de peso y cuatro metros de altura, acompañados por los auténticos xeremiers, capsgrossos y dimonis, sirvieron de colofón para ofrecer la viva imagen de una tradición mallorquina de talla inmensa.