Después de pelearme durante días con la Memoria Justificativa de la Revisión del Plan General de Palma, ahora aprobado inicialmente y en exposición pública, decidí visitar la muestra del Colegio de Arquitectos tratando de encontrar la justificación del modelo de crecimiento que hasta entonces no había hallado.

El dibujo

Allí, en la parte inferior de un panel estaba el dibujo del plan de Copenhague de 1947 denominado finger (dedos).

Pensando que la propuesta de crecimiento del plan de Palma podía responder a una atractiva figura finger dibujé mi mano derecha sobre un plano en planta de la ciudad de manera que los dedos, prolongación de usos urbanos, ocupasen las zonas intersticiales entre los cinco torrentes que vierten en Palma, destinando las vaguadas de los citados torrentes, que son las zonas ambientalmente más valiosas y frágiles, a corredores ambientales no ocupados por la urbanización, de forma que la alternancia campo-ciudad diese lugar a un aceptable, conocido y valorado esquema de crecimiento, extendiendo así a los cinco torrentes la idea que generó la cuña verde de Sa Riera. Pero no, a pesar del dibujo de la exposición, el modelo de crecimiento del plan de Palma no se asemeja al esquema finger de Copenhague.

La propuesta es más simple. Consiste en un planteamiento de zonas, zoning, con usos diferenciados, básicamente residencial y terciario, concentrados cada uno de ellos en polos de alta intensidad y densidad. Me atrevería a decir que, en ausencia de mayor complejidad, el modelo sigue el patrón del dibujo de la portada del documento del Plan en el que círculos de diferentes colores representan los usos segregados en los que la Revisión concentra el nuevo y abundante crecimiento previsto sin otro criterio que la resurrección de las expectativas urbanísticas preexistentes con plazos de ejecución más que agotados. He dibujado estos cinco polos, tres residenciales y dos terciarios, sobre el esquema finger con lo que se puede apreciar la muy diferente virtualidad de las dos propuestas. Como dijo Manuel Solá-Morales en un celebrado artículo publicado en Diario de Mallorca referido al crecimiento urbanístico de Mallorca, es la diferencia que hay entre el arrós brut y la paella.

El dimensionado

Las tres grandes administraciones con sede en Palma con competencias territoriales y urbanísticas (Govern, Consell y Ajuntament) han de aplicar los límites de crecimiento que fijan las Directrices de Ordenación Territorial (Alfonso Vegara 1999) para cada isla que se concretan para Palma en 211,53 hectáreas de suelo de nueva urbanización y una densidad máxima de 48 viviendas por hectárea (normas 6 y 7 de la modificación nº 2 del Plan Territorial Insular de Mallorca, enero de 2011). Del producto de estas cifras resulta una capacidad máxima de 10.153 viviendas en suelos urbanos y urbanizables, en situación rural, sin consolidar. Por el contrario el plan de Palma reconoce (apartado 5 de la memoria justificativa) una oferta en estos suelos de 18.030 viviendas con lo que se supera ampliamente el límite máximo poblacional del PTIM. Solo en la macrourbanización sita junto al polígono industrial de Can Valero se prevé una población similar a la de todo el municipio de Campos.

Por otro lado el consell de Mallorca propone ahora bajar drásticamente estas cifras desclasificando sectores de suelo urbanizable con los plazos de ejecución vencidos siguiendo el mandato del Decreto-ley 9/2020 del Govern. Pero la euforia proteccionista manifestada en la presentación de la modificación nº 3 del Plan Territorial esconde que su disposición adicional decimoquinta, de pésima redacción, evita su aplicación en Palma y otros importantes municipios con lo que su incidencia en la presunta limitación del crecimiento urbanístico es nula.

En esta impostada carrera por el premio a la sostenibilidad ya sabemos quién va ganando: los propietarios de suelos expectantes en los que se agotaron los plazos para urbanizar y fueron desclasificados por el Govern y ahora, si alguien no lo remedia, llevan camino de recuperar la clasificación de suelo urbanizable.

Empezó el siglo pasado con un modelo de crecimiento expresado en el dibujo del ensanche de la ciudad (Calvet 1900), largamente demandado por la población y solventes profesionales (Eusebio Estada, La ciudad de Palma 1895) y empieza el actual con un modelo de zonas, que fía su desarrollo exclusivamente a la acción de los propietarios de suelo, obsequiando a algunos sectores con rendimientos espectaculares, obviando el principio de equidad y renunciando a aquellos mecanismos de gestión que evitan la especulación urbanística. En la Memória de Viabilidad Económica se constata que el nuevo plan no ha superado aún el ingenuo adjetivo de lotería con el que se designaba a los planes de los 60, aunque siempre tocaba a los mismos.

Estos círculos de colores, que parecen sugerentes y enormes globos sobre Palma, en su interior albergan aquello que quienes los sostienen prometieron desterrar: la especulación, la segregación urbana, la contaminación y la prevalencia del automóvil.

Nada es lo que parece.