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Pensar, compartir... | Abusos sobre las aceras

Acera de 1,5 metros a las 7.30 horas de ayer por la mañana. A.F.P.

Leo en Diario de Mallorca que Dolores Vázquez Rovira tendrá que someterse a una intervención quirúrgica por una caída provocada al intentar esquivar a un patinete eléctrico que circulaba a alta velocidad por una acera. Al desplazarse para no ser atropellada por el artefacto conducido por una mujer, tropezó con una alcantarilla mal instalada y se ha roto el codo.

Mala es una rotura en una articulación cuando tienes 30 años, pero si ya has cumplido más de 70, las molestias, convalecencia y secuelas pueden ser mucho mayores. Le deseo a Dolores, histórica, constante y educada escritora de cartas al director en este periódico, una recuperación rápida y total y le envío todo mi ánimo.

Tengo un negocio en una calle en cuyo extremo hay un local municipal en el que por poco dinero pueden alquilar un espacio para dejar la bicicleta o el patinete. Desde que se puso en funcionamiento, diariamente como mínimo tres o cuatro veces, oigo el rac rac de las ruedas de esos transportes unipersonales al pasar ante mi local a una velocidad de vértigo sorteando farolas, postes y gente sobre una acera de metro y medio de ancho. Digo oigo, porque cuando dirijo la vista hacia el ruido, ya han sobrepasado mi escaparate. Si alguien casualmente se incorporara desde mi tienda a la calle justo en ese momento, podría costarle muy caro. Y si esa persona cayera con poca fortuna, podría perder la vida.

Los abusos sobre las aceras en nuestra ciudad son constantes. Los coches aparcan sobre ellas muchas veces con la complacencia municipal como es el caso de algunas vías de Son Espanyolet y Santa Catalina, en que las rayas de aparcamiento instan a ocupar la mitad del estrecho espacio reservado para quien camina. En Pere Garau y Son Forteza los vehículos ocupan sin miramientos todas las esquinas y te las ves y te las deseas para cruzar las calles sin poner en riesgo tu integridad al invadir la calzada de vehículos, especialmente cuando vas con un cochecito de bebé o conduciendo una silla de ruedas.

También las terrazas de los bares, sus jardineras, carteles publicitarios y usuarios compiten con las personas que caminan hacia sus casas o sus compras o simplemente pasean.

¿Culpa del Ayuntamiento de Palma? En parte sí, por supuesto, pero no en su totalidad.

La irresponsabilidad, el egoísmo y el mirarse el ombligo es cosa de nuestro tiempo. Lo saben. Pero además el mal rollo y los problemas que genera ese pasotismo es una enfermedad que conviene observar y atajar desde todos los ámbitos.

Al caminar por la ciudad suelo empujar un carrito de la compra en el que traslado mi ordenador, papeles y algunas cosas que adquiero en el mercado. Ya sé que no tiene nada de glamuroso, pero es muy, muy práctico, me evita dolor de espalda y ya verán que tiene insospechadas utilidades. Como buen carrito, tiene ruedas y hace que me sienta menos frágil ante los canallas que invaden los espacios que deben ser seguros y sagrados. Casi nunca me aparto cuando viene hacia mí, rodando sobre las baldosas reservadas para peatones, una bicicleta o un patinete. Les planto el carrito delante y deben frenar o apartarse. Muchas veces les increpo a voces. Como una verdulera, que diría mi ya desaparecido profesor de francés, el señor Calafat. Y a mucha honra. Si todo el mundo hiciera lo mismo, quizás iría mejor la cosa. Porque hay que distinguir entre lo que está bien hecho y lo que está mal hecho, el bien y el mal de toda la vida, que existir, existe.

Pues nada, mientras la anunciada por enésima vez policía de barrio llega y actúa, eduquemos en nuestro entorno, aunque sea a voces y si hacemos sentir un poquito molestos a los malos que ponen en riesgo a todo el mundo pero especialmente a criaturas pequeñas y personas ancianas, algo habremos sacado. Y lo dicho, un abrazo en la distancia para Dolores.

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