Del techo cuelgan recuerdos como si fueran los ex votos de las iglesias. La bodega La Rambla no sólo huele a pica-pica, croquetas y calamares a la romana, especialidades de la casa, sino a tiempo, a personas como Roberto Pérez, un gallego mallorquinizado voluntariamente que fue, según le recuerdan, "un pionero" en el tapeo palmesano.

Al frente ahora, y así desde 1995, su hija Jero, que le dio un plante a los estudios administrativos para seguir de cerca un negocio que conocía al dedillo. "Mi padre nos enseñó que si quieres algo, algo te cuesta; así es que cuando éramos jovencitas, las cuatro hermanas echábamos una mano los fines de semana. ¡Cuántas horas hice para comprarme unos levy´s!", recuerda. Aquella muchacha, "con trenzas", le apunta un cliente habitual que como una mañana de tantas se acerca a la bodega y escucha los ecos del lugar, no se arruga al afirmar que "al morir mi padre estaba un poco asustada, porque él era el alma y yo estaba en la sombra".

Superados los temores, Jero se ha ganado a pulso, y junto a ella su hermana Carmen, el lugar que ocupan en un establecimiento cuyo origen se remonta a los años 40, cuando "don Toni Ferrer, dueño de Tito´s lo fundó". Después lo cogieron unos hermanos de Camp Redó, el amo Martí, la tía Bel, Joana y Pedro, "que no eran familia, pero así les llamábamos", aclara Jero. Fue cuando su padre, siendo mozuelo, entró a trabajar en la tasca.

"En 1969 lo compró en traspaso. Pagó dos millones, un dineral que le costó reunir", cuenta la hija.

La bodega luce en sus muros fotografías de su época dorada, de cuando llegaron a trabajar entre 9 y 12 empleados que servían, sin aliento, las riadas de turistas, "sobre todo franceses y norteamericanos", apunta su propietaria, que paraban a tomar el vermut en la ruta del Palma-noche que concluía en el Trocadero. En el almacén quedan huellas de aquel pasado, "viajes glorias" llama Jero Pérez a los envases de Cinard y otras marcas de bebidas. Entre los clientes que hacían parada habitual, el actor Errol Flynn. También han pasado "políticos de todos los colores...", advierte con una sonrisa pícara.

Roberto Pérez nació en el pueblo de Arou. Hijo de un maestro de escuela, llegó con la familia porque su padre ocupó la primera plaza de celador en Son Dureta. Antes de entrar de mozo en la bodega, el padre de Jero trabajó en el Rincón taurino y en el bar del Instituto Nacional de Previsión. "Empezó a aprender mallorquín. Pese a querer mucho su tierra, siempre se sintió de la isla", señala su hija. Además de las fotografías, ilustran su huella en la tasca una serie de retratos, "su cara era muy adecuada para las caricaturas", de Julio Viera, Muñoz, Arturo.

La bodega La Rambla se va llenando. Como en sus buenos tiempos. "Sólo hubo un bajón grande en los 90, porque se pusieron de moda las hamburguesas; ahora se vuelve a tapear y es divertido comprobar que los hijos de los clientes de siempre vienen aquí y después les cuentan a sus padres el gran descubrimiento. Alucinan cuando sus padres les cuentan que ellos ya venían ¡cuando teníamos tu edad!".