Qué abnegación la del pueblo mallorquín y la de sus dirigentes. Lo nuestro es el sacrificio y lo del de Judea eran tonterías de 4 espinas.

Es cierto que dicen que el carpintero dio su cuerpo para salvarnos a todos, pero los mallorquines damos hasta la madera de nuestras casas. Qué digo, la madera. Salimos de casa para que vivan otros.

¿Quienes? Uish, cualquiera que le apetezca y lo pueda pagar. Somos tan buena gente que ya no nos bastan los antiguos europeos: ingleses, alemanes y franceses comprando casas a tutiplén; ahora también hacemos las Américas, pero a la inversa. Cómo han cambiado los tiempos. Y se lo ponemos fácil: vuelo directo diario y casas baratas. Au, idò. Visca, Mallorca. Aquí vivim mel.

Mientras tanto, a los de aquí, nos montan un pesebre de 20 ó 30 metros cuadrados para dejar descansar nuestros huesos después de servir cafés, kuchen y lo que gusten tomar los americanos. Que aún no lo sabemos bien, pero estamos a l’aguait. Quins pebrots, OMG, Scheisse, WTF. Sírvanse a gusto: hay para todos (excepte per a mallorquins.