A mis avanzados 88 años, pienso que puedo presumir de experiencias vividas y creo tener también capacidad de observación sobre las experiencias de los demás.

Todo ello me lleva a una conclusión: La necesidad más grande que tiene el hombre es la de amar y sentirse amado, ya que le proporciona una estabilidad emocional que supera a cualquier logro, éxito, riqueza, etc., como también le ayudará para superar sus rachas de mala suerte que también puede tenerlas.

Por todo lo cual, si yo mandara a los hombres (nación, pueblo, país...) exigiría el estudio y conocimiento del amor desde la más tierna infancia y desde ella, ya se sabría que el amor es generoso, respeta, ayuda, comprende, justifica, potencia enormemente la capacidad de convivencia, de disfrute, de tranquilidad, etc. Es totalmente necesario y auténtico alimento para la vida.

Sin embargo se le confunde y realmente existe un gran desconocimiento de él en buena parte de la sociedad actual. Varios son sus enemigos: Un hedonismo exagerado, un sexo totalmente desmitificado, junto a una gran pérdida de principios que son los que más ayudan a sostener una sociedad.

Mi reflexión está motivada porque últimamente me estoy enterando que la depresión, angustia, etc., son síntomas que se manifiestan con bastante frecuencia entre la juventud, los porcentajes son alarmantes.

Deberían reflexionar también los políticos que son los que realmente influyen en la sociedad. Ejemplos tenemos: Enrique VIII que después de pelearse con el Papa, el anglicanismo se convirtió en la religión oficial de su país.

Después de la «católica España» vino la democracia y cambiaron los políticos, y el mismísimo Alfonso Guerra dijo que «España cambiaría tanto que no la conocería ni su puta madre», tal cual. Para bien y para mal, así ha sido.

Pues bien, no estaría de más que se impusiera la asignatura en la que se «aprende a amar» y que al mismo tiempo los políticos, repito, los políticos, dieran ejemplo poniéndola en práctica para que, aunque defendiendo siempre sus propias ideas, aprendieran a colaborar unos con otros para un bien común que es lo que realmente interesa.