No hay nadie entre los ciudadanos de a pie que niegue que ya estamos padeciendo el cambio climático. No sé si existe la misma tendencia entre los políticos. ¿Ya ha convencido el Sr. Rajoy a su primo que el planeta entero está a borde del colapso por las consecuencias de lo que hace poco negaba rotundamente él y su partido?

Convencidos del desastre, estamos, y que hay que tomar medidas, también pero… que sean los otros los que las tomen; a mí, que no me priven ni de mis comodidades ni de mi confort.

Es más que evidente que no podemos seguir con nuestro modo de vida cuando medio planeta está asolado por la sequía y los incendios y, el otro medio, por inundaciones desastrosas.

Estoy harta de oír el PP, los comerciantes, los restauradores etc. vociferar contra el famoso decreto del gobierno para ahorrar la energía eléctrica esgrimiendo, además, unos argumentos peregrinos: Apagar los escaparates a las 22horas no va a disminuir las ventas de los comerciantes ni hacer las calles menos seguras para las mujeres. Regular la temperatura en los edificios administrativos y los comercios es una medida que ya adoptamos los particulares en nuestras viviendas. Siempre apreciaremos el pasar de los 37 grados de la calle a los 27 de las tiendas.

A mí también me gustaría que fuesen simples recomendaciones y no imposiciones; esto significaría que todos los ciudadanos de este país somos respetuosos, responsables, solidarios. ¡Vaya, un sueño!

El otro día, oí por la radio a un alcalde de un pueble explicando que había tomado la decisión de cortar el suministro de agua durante algunas horas afín de disminuir el consumo. El pobre tuvo que admitir que la medida no sirvió de nada ya que sus conciudadanos, antes de los cortes, rellenaban bañeras, barreños a tope y seguían cambiando el agua de sus piscinas hinchables cada día.

Así que, decreto, y… a cumplirlo.