Reconozco que fui con miedo. Al no saber, al despiste, a enfadarme por algo. Pero no. Mi estreno tras pasar de Sa Nostra a Bankia y de ella a CaixaBank, aplazado por «casi no saber contar hasta diez» y ser analfabeta total en cajeros, tarjetas y cosas así, voy, espero hasta que llega mi turno. Veo a través de los amplios ventanales las idas de niños con sus madres al colegio al estar la sucursal en la calle de Andrea Doria esquina a Venezuela. Justo es escribirlo por si los empleados bancarios llegan, en su día, a leer esta carta que -miedos fuera- es de total agradecimiento.

Mi turno. -Buenos días, vengo a cobrar...xxx euros en ventanilla, si puede ser. -No faltaría más, señora. -Es que me da algo como así pues sé que muchas personas mayores se quejan del trato en los bancos. 

Estaba equivocada. Firmo en una pizarra. La dama Caixa cuenta billetes.- ¿Todos de cien? - No, por favor...así como un variado. Le comento lo que leo de ese desafío de la modernidad informática ante el dinero que se necesita para comprar el pan que es lo primero que a cualquiera se le ocurre. Mis Euros están ya en un sobre blanco y la nueva «Llibreta Estrella» en mi poder pese a no ser bilingüe. Agradezco el trato. Pierdo el miedo. Corro a saltitos para comprar el pan y la prensa.

Leo el Azar de Matías Vallés escrito en un momento oportuno ya que me siento excluida, por ahora, de ser Anciana Negacionista y así seguiré con mis billetes, sin tarjetas ni cajeros, de persona a persona. Como debe ser. Y muchas gracias, nada más. Volveré.