Joan Pol Gomila
Yo, Juan Pol Gomila, estando enfermo y ya con pocos años de vida, quiero formular la siguiente pregunta: ¿Acaso el enrejado para retener a los animales que hay sueltos en las fincas colindantes con las carreteras de la Serra de Tramuntana, y que, a menudo, salen y campan a sus anchas por la calzada de dicha zona, -un hecho que provocó que la vida de mi hijo terminara a sus 29 años de edad- vale más que su vida? No, señores. Estáis equivocados. Lo mínimo que podéis hacer los responsables de que en nuestra Serra de Tramuntana no se pueda practicar deporte «seguro», y después buscar o mandar a buscar por qué ocurrió ese terrible suceso, es pedir perdón. Porque aún no ha salido el culpable, ni creo que salga, ni los encargados de mandar a descubrir lo que pasó hace ahora tres años.
Sabiendo que no se puede ir tranquilo a practicar deporte por las carreteras de la Serra, por la dejadez y poca humanidad que se tiene hacia las personas, especialmente ciclistas y motoristas, aquí les mando una foto de cómo siguen campando a sus anchas cabras y ovejas por dichas carreteras, teniendo constancia también de que hay muchos puntos en los cuales el enrejado está tumbado y los animales acceden como quieren a la calzada. Sin duda, un gravísimo problema que tendría que arreglarse porque, desde hace años, supone un gran peligro y yo se lo puedo justificar.
Recuerdo muy bien cómo, de pequeño, las personas creyentes, como era mi madre, me decían que primero vienen las cabras y después el demonio. Lo digo por el peligro que tienen.