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Pilar Rahola

Ganar versus gobernar

Aunque se consolide la victoria de Illa, es probable que no pueda gobernar: ni independentismo ni españolismo pueden formar mayorías, y de las opciones mixtas, la más fuerte, PSC-Junts, topa con vetos

El candidato del PSC a la presidencia de la Generalitat, Salvador Illa.

Traspasado el ecuador de la campaña, y con los datos de las encuestas, siempre especulativas, pero que marcan tendencia, hay cuatro hechos que parecen consolidados: uno, que el duelo electoral es entre Salvador Illa y Carles Puigdemont o mejor dicho entre Pedro Sánchez y el president en el exilio, teniendo en cuenta el control sanchista de la campaña catalana; dos, que Illa es el mejor posicionado para ganar las elecciones; tres, que Puigdemont puede estar mejor posicionado que Illa para poder gobernar; y cuarto, que el colapso de las alianzas puede derivar en una segunda vuelta electoral.

Es decir, incluso en el supuesto de que se consolide la victoria de Illa -si Puigdemont no hace un sorpaso en los últimos días, teniendo en cuenta la clara tendencia al alza de Junts-, incluso ganando, pues, es probable que Illa no pueda gobernar. O, en todo caso, estaremos ante un panorama tan enrevesado que obligará a una filigrana política que dejará pequeña la que ideó Sánchez para poder gobernar. Las sumas no suman, y las restas multiplican, de forma que tendría que cambiar mucho la aritmética para imaginar, en este momento, un Gobierno que no fuera inestable.

Estas serían las opciones y sus dificultades. De entrada no sumaría el gobierno independentista, porque la subida de Junts contrastaría con la fuerte tendencia a la baja de los otros dos posibles aliados: la CUP, sometida a una caída libre; y ERC, que no solo no frena sino que acentúa su tendencia a la baja, más fuerte a medida que se acerca el 12 de mayo. El resultado daría una mayoría tan precaria que no parece factible. En este sentido, sería recomendable que ERC hiciera autocrítica por las decisiones erróneas que ha cometido, tanto en cuanto a su estrategia de reforzar las alianzas con las izquierdas españolas -sin contrapartida inteligente- como por el error de una convocatoria electoral a pocas semanas de las europeas por puro cálculo partidista. Aunque, con todo sumado, lo que más daño ha hecho a Esquerra ha sido la pésima imagen que tiene su Gobierno. Sea como fuere, las sumas vienen restadas y de entrada, Puigdemont tendría dificultades para formar Gobierno.

La mayoría españolista tampoco parece fácilmente imaginable porque el efecto Collboni implicaría un PP ayudando a los socialistas en plena batalla campal Sánchez-Feijóo, con unos Comuns volviéndose a comer con patatas la ayuda del PP. Además, esta opción tendría un efecto directo en el apoyo de los partidos independentistas al Gobierno español, que difícilmente podría mantenerse. Desde esta perspectiva, Illa tampoco podría formar Gobierno. A partir de aquí, las opciones mixtas abrirían un espectro tan imaginativo como igualmente improbable, incluyendo la opción más fuerte, un pacto PSC-Junts, vetado por ambos lados de la ecuación: ni Puigdemont lo quiere, ni Illa lo acepta, ni ninguno de los dos se lo pueden permitir, de forma que tampoco sale un Gobierno por este lado.

Si este es, pues, el cuadro final, la conclusión es evidente: las catalanas obligarían a una segunda vuelta en la que, probablemente, quedaría mucho más claro el panorama: por un lado, Puigdemont ya habría vuelto del exilio y podría defender su opción en Catalunya en posición de igualdad; y, por el otro, una segunda vuelta extremaría la polarización entre Illa y Puigdemont, y reduciría el espacio electoral de los otros. Es una opción todavía no probable pero a la vez posible, y, por lo tanto, hay que tenerla en el horizonte.

Pasado el ecuador, pues, no está claro ni quién ganará, ni quién gobernará, con una aclaración en el primer punto: las encuestas dan ganador a Illa, pero algunos trackings internos hablan de empate técnico; y el número de votantes en la frontera está muy abierto. En el independentismo, las dos fronteras: los que dudan entre Junts y ERC, o entre estos y Orriols. Si el voto independentista se moviliza y Puigdemont consigue el efecto voto útil, puede ganar claramente. Y en el otro lado, las fronteras también son porosas: votantes españolistas que priorizan el voto útil a Illa; y los mismos, que priorizan el odio que le tienen a Sánchez. Así las cosas, y a título de homenaje póstumo a Paul Auster, una de sus famosas frases que rubrican el momento electoral: «Todo puede cambiar en cualquier momento, de repente y por siempre jamás». Eso parece.

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