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Antonio Papell

Cataluña: últimas encuestas

Carles Puigdemont. El Periódico

Las últimas encuestas publicadas lícitamente sobre las elecciones catalanas del domingo (no hay que perder ocasión para recordar que esta proscripción es tan anacrónica como absurda) confirman que, de cumplirse en líneas generales los presagios, será muy difícil conseguir una gobernabilidad aceptable del Principado. Y compatible con la gobernabilidad del Estado.

No han variado mucho las previsiones a lo largo de las últimas semanas, y en la práctica parece reforzarse la posición del PSC, que estaría en torno de los 40 escaños. En el sector del soberanismo moderado, Junts, con alrededor de 36 sillones, se estaría imponiendo a Esquerra Republicana, con 26. A la izquierda, los Comunes se mantendrían en torno a los 5 escaños y la CUP con 4. A la derecha, el PP alcanzaría los 12 escaños, con lo que restañaría el desastre de la vez anterior (solo 3 asientos), en tanto Vok, con 10 parlamentarios, se mantendría aproximadamente en el mismo sitio de 2021.

Con estas cifras, hay una hipotética fórmula de gobernabilidad, la más clara, que sería el pacto de izquierdas PSC-ERC-Comunes, que por lógica habría de entronizar al socialista Illa en la presidencia de la Generalitat. La fórmula es semejante a la tripartita que se consiguió en 2003, cuando Pujol ya no se presentó a las elecciones, y que elevó a Maragall a la presidencia de la Generalitat. Pero las cosas han cambiado mucho desde entonces.

El cambio esencial es debido a la irrupción del independentismo descarnado y explícito, que estalló el 1-O de 2017 y que forzó la aplicación del artículo 155 C.E. En los seis años largos transcurridos desde entonces han sucedido muchas cosas, entre las que sobresalen los indultos y el proyecto de amnistía que, a pesar de las estridencias de Puigdemont, representan un cambio de plano, una renuncia de facto de la vía unilateral de independencia (a pesar de que parezca inevitable que el locuaz expresidente prófugo mantenga de boquilla su estridente discurso). Este aterrizaje, todavía relativo y a regañadientes, podría potenciar binomio ideológico derecha-izquierda sobre el factor soberanista. Es decir, ERC, que compite con Junts por encabezar la imposible secesión, podría terminar dando preferencia a su progresismo sobre su vocación centrífuga y aceptar por tanto el mencionado tripartito, que resulta ser además la opción más deseada por los catalanes según las encuestas. Aunque bien es verdad que el gobierno Junts-ERC le va a la zaga en preferencias desde muy cerca.

En principio, el otro hipotético gobierno Junts-ERC no alcanzaría la suficiente mayoría para gobernar, ni aunque sumara los cuatro de la CUP y el de Alliança Catalana. Para que la obtuviera, sería necesaria la abstención del PSC, que podría ser exigida por Junts para mantener el apoyo a Sánchez en Madrid. Pero aun en este caso, es poco probable que Pere Aragonès aceptase ingresar en un gobierno presidido por Puigdemont.

Estos cruces de intereses, argumentos y estrategias conducen directamente a un bloqueo, que, como ya se ha dicho reiteradamente, podría desembocar en una repetición de las elecciones catalanas. Con la particularidad de que no parece probable que en una segunda ronda cambien demasiado las preferencias, ya muy decantadas, de los catalanes, que han tenido tiempo de digerir este sexenio arduo que nos precede.

A todos estos argumentos hay que añadir otro más: el futuro político de Puigdemont no solo depende del electorado catalán sino de que la amnistía ya programada, lejos todavía de materializarse en el Boletín Oficial del Estado, llegue buen fin. Amnistía de la que puede despedirse si por cualquier razón llegase a gobernar la derecha y que el propio PSOE puede todavía administrar en el periodo de digestión de las elecciones del domingo que viene.

La complejidad de la situación catalana es, en definitiva, endiablada, según se ve en todo lo que antecede. Antes de continuar con las especulaciones, es necesario que el electorado se pronuncie. Pero es muy conveniente que quien vaya a las urnas sepa realmente lo que está en juego. A veces, lo óptimo es tan inalcanzable que hay que conformarse con el mal menor.

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