Musicalmente hablando, nunca una década pudo ser tan prodigiosa como la de los 80 (que me perdonen los que dicen que fueron los 60). Y lo digo porque además de la cantidad y calidad de los éxitos musicales que nos dio, también he llegado a la conclusión de que ejerce una influencia positiva en los cuerpos ya añosos de las hijas e hijos del babyboom español. Semejante afirmación procede de un análisis altamente deductivo y empírico, cuya base científica se sustenta en haber descubierto que los nacidos en los 60 y 70, desde un punto de vista sociodemográfico, debemos ser un grupo que despierta cierto tipo de interés, ya que venimos siendo desde hace mucho tiempo el objetivo de fiestas y demás saraos. Ahora que estamos en la estación que la sangre altera y luego vendrá la siguiente más ardorosa, ya se empiezan a programar y a anunciar eventos con música de los 80. ¡Yeah!

Fue sin duda una década de mucha creatividad para la música pop y rock, con cuyos éxitos aún vibramos a día de hoy. De hecho, existen lugares en los que sólo se escuchan piezas musicales de diferentes estilos y países, pero siempre de esa década. Si me paro a pensarlo un poco, constato que son lugares que nos han ido acompañando a lo largo de nuestras épocas de gloria nocturna, cuya música ochentera ya se anunciaba hace años, pero veo que la cosa no cambia y mucho me temo, pues, que nos seguirán acompañando en nuestro futuro próximo de envejecimiento activo.

Hace tiempo que escucho y a veces asisto a eventos con aquel lema de «Tributo a los años 80 y 90» o «¡Fiesta de los 80!», es decir, hace años que envejecemos con la música de los 80 y seguiremos así. Por eso, he llegado a la conclusión de que la música de esta década y los pubs o espacios que organizan sus eventos o fiestones con ella para nosotros, estarían ejerciendo una prevención de la dependencia y una promoción de la autonomía inigualables. Además, intuyo que llegaremos a la senectud encontrándonos los mismos y las mismas de siempre en los mismos lugares de copas (endogamia pura) constantando eventualmente, de fiesta en fiesta, nuestro inevitable declive físico, en el mejor de los casos.

Podríamos comentar a ritmo de la Movida madrileña o de The Cure, nuestras últimas analíticas o la graduación a la moda de nuestras gafas para la presbicia, además de cantar con toda su letra aquella mítica canción de La Frontera o la otra de Loquillo, lo que sería un ejercicio valioso para la memoria. Los más lanzados alcanzaríamos sólo a tararear la canción de la bella y cardada Spagna, Easy Lady. De ahí lo de década prodigiosa, ya decía yo.

Es como vivir en un bucle temporal, como en Al filo del mañana, pero del cual sí se puede salir si se está dispuesta a ir a otros lugares a escuchar jazz, o también, a perrear ritmos reggaetonianos mezclados con cumbia o flamenco, por poner algún ejemplo. Pero al parecer, lo que nos divierte a los boomers es esto y allí estamos. Cualquier día de estos nos engatusan con alguna mezcla de reggaeton trap ochentero. Veremos.