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Pilar Garcés

EL DESLIZ

Pilar Garcés

Señoras que no son tomadas en serio

Giorgia Meloni. EFE

El Gobierno de Giorgia Meloni va a permitir la presencia de activistas provida en las clínicas que informan sobre el aborto o lo practican, en lo que supone institucionalizar y promover el acoso a un porcentaje de la población femenina de Italia. Estas personas que antes rezaban o se manifestaban a las puertas de los consultorios podrán acercarse a las mujeres que estén en el trance de decidir sobre su maternidad, o que han decidido interrumpir su embarazo, para verificar su voluntad y plantearles opciones. Pomposamente, el partido de la primera ministra italiana los llama «consultores». Los sueldos de estos profesionales de hacer cambiar de opinión a sus prójimas estarán financiados por los fondos de recuperación europea; machismo con recochineo, pues las sufridas contribuyentes vamos a sufragar los delirios de superioridad moral de la ultraderecha. Imaginemos la sala de espera de una de estos centros sanitarios donde aguarda una mujer que ha tomado una determinación sobre su salud reproductiva, y se le acerca un sujeto o sujeta para propinarle un sermón sobre su vida, recriminarle y convencerle de que haga lo que no quiere hacer. Este spam santurrón que se propagará con ayuda de la Unión Europea se salta cualquier ley de protección de datos, es un atentado contra el sentido común y supone una limitación de facto de los derechos individuales de las ciudadanas. En las provincias donde gobierna el partido Hermanos de Italia de Meloni ya se están poniendo trabas a la dispensación de la píldora del día después. Impulsan además otras propuestas chiripitifláuticas como obligar a las mujeres a escuchar el latido fetal y hacerse una ecografía antes de abortar.

Ilustración: Señoras que no son tomadas en serio. Elisa Martínez

Dos hombres como Emmanuel Macron (presidente) y Gabriel Attal (primer ministro) han consagrado el derecho al aborto en Francia incluyéndolo en la Constitución, con una mayoría social participada por conservadores. Una mujer como Giorgia Meloni trata a sus congéneres como menores de edad, pero después de asegurarse su voto: en campaña siempre aseguró que no tocaría la ley del aborto. Experta en estar en misa y repicando, la madre soltera de una hija que rompió con su pareja tras la escandalosa difusión de unos vídeos en los que se veía al hombre acosando a una compañera de trabajo, no parece la clase de mujer que permitiría que venga un husmeador de bragas a decirle cómo ha de vivir su vida. Quiere para las demás lo que no desearía para sí misma, debe pensar Meloni que se puede construir un país haciendo madre a quien no puede o quiere serlo.

No veremos «consultores» en el hall del urólogo, opinando sobre si el paciente es demasiado joven para practicarse una vasectomía o si lleva los vaqueros excesivamente ajustados y puede perjudicar la fortaleza de sus espermatozoides. Los hombre vienen de fábrica con el derecho a ser respetados en su voluntad y autonomía. Pero no hay que rendirse, queda esperanza. El Tribunal Europeo de Derechos Humanos acaba de condenar a Suiza por su inacción frente al calentamiento global en una demanda interpuesta por la Asociación de Mujeres Mayores por el Clima. Felices e incrédulas, las señoras indignadas por la amenaza cierta a la salud de las futuras generaciones explicaban cómo las autoridades no se las tomaban en serio en el inicio de su pelea. Las enviaban a «hacer calceta». Tejer, una actividad creativa, sana y desestresante. Y además siempre conviene tener una aguja larga a mano si algún consultor ultra se te sienta al lado en la sala de espera con la intención meterse en tus asuntos.

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