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Felipe Armendariz

PENSAMIENTOS

Felipe Armendáriz

Tiene almorranas

Solo hay que hacer cola en hospitales, farmacias o juzgados para enterarse, quieras o no, de intimidades o secretos ajenos

Una anciana en una farmacia. EP

Los que diseñan hospitales, farmacias y juzgados no piensan en la intimidad de sus usuarios. Este debería ser un factor muy a tener en cuenta, pero hay otros elementos que pesan mucho más a la hora de elaborar los proyectos.

Muy frecuentemente somos testigos involuntarios de los males, enfermedades y problemas de otros semejantes (o de sus allegados). Solo hay que hacer cola en uno de estos lugares para enterarse, quieras o no, de intimidades o secretos ajenos.

Voy a poner algunos ejemplos, pero quiero eximir de culpa a los sufridos profesionales sanitarios o judiciales que atienden al público. Básicamente es una cuestión de protocolos y de falta de espacio físico.

En el PAC de Son Pisà (donde siempre me han tratado excelentemente) coinciden la minúscula sala de espera de urgencias con el mostrador de recepción. Si estás allí, aunque no lo desees, te pones al día del estado de salud de todo el barrio y aledaños. Todos tienen que verbalizar sus cuitas al personal de admisión, que hace milagros y virguerías para contentarlos. Algunos enfermos, especialmente los de edad avanzada, generan diálogos de mayor intensidad sonora.

La sanidad pública está derivando a pacientes a distintos servicios del hospital de la Cruz Roja de Palma, donde, con eficacia y amabilidad, realizan múltiples pruebas diagnósticas. Las dependencias han sido modernizadas, pero el espacio útil es muy reducido. Si estás en la salita de espera de radiología, preocupado por si el resultado es malo y por las posibles incomodidades de la exploración, acabas sabiendo a qué ha venido cada enfermo. La amable auxiliar que sale al pasillo los llama por su nombre y les pregunta: ¿Viene por la colonoscopia?, ¿viene por la gastroscopia?... En otros hospitales, como Son Espases o el General, existen máquinas para controlar las citas y ordenar el trabajo de las consultas de manera anónima.

El personal de las farmacias cumple a la perfección su función. Durante la pandemia estos establecimientos demostraron su utilidad y eficacia. Además de dispensar los medicamentos, asesoran sobre su empleo.

En múltiples ocasiones enfermos con alguna dolencia leve acuden allí para buscar un remedio sin receta y sin necesidad de pasar por el médico. Si esperas tu turno resulta inevitable averiguar qué medicamentos toman otras personas o si esa desconocida padece almorranas o diarrea.

Hace años que se habla de construir una ciudad de la Justicia en Palma. Mientras tanto, los juzgados y tribunales se amontonan en edificios saturados, incómodos y distanciados unos de los otros. La Administración de Justicia es una cenicienta maltratada durante décadas. El Ministerio está a otras cosas, como la cansina amnistía.

En la sede de Vía Alemania a diario se toman decenas de declaraciones a investigados y testigos de delitos. No hay despachos especiales para estas diligencias, salvo que se realicen en presencia del juez, o en una sala de vistas. Lo más usual es que los funcionarios, con la experiencia de los años, y con tacto y paciencia, realicen los interrogatorios. A estas pruebas suelen asistir los abogados personados en las causas, además del defensor del imputado. Todo se hace en medio de una oficina con un gran trasiego de terceras personas. Acabas enterándote de las miserias ajenas.

Algo se ha avanzado para proteger la intimidad y derechos de algunas víctimas o testigos, como las mujeres maltratadas o los niños agredidos sexualmente. Queda mucho por hacer en Sanidad y Justicia en esta delicada materia.

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