En el mundo de la política, los gestos pueden ser tan poderosos como las palabras. Reflejan los valores, creencias y prioridades de los partidos. Un ejemplo claro de esto es la fuerza simbólica de las fotos en las que los representantes públicos posan sin ninguna mujer en la mesa y que se van repitiendo tanto en el Consell de Mallorca como en el ayuntamiento de Palma. La ausencia de mujeres en espacios de toma de decisiones refleja la falta de representación y perpetúa estereotipos y desigualdades. Mensaje que se reafirma cuando se eliminan regidurías de feminismo o consellerias de igualdad.

Igual sucede con la controversia en torno a la eliminación de la simbología LGTBI+. El paso de cebra borrado de Calvià, no colgar la bandera del orgullo en el Parlament o hacerlo a escondidas y sin representación en Palma son acciones a las que los gobiernos del PP restan importancia pero que tiene un profundo significado al invisibilizar a una parte de la población. La eliminación de estos símbolos no solo niega la comunidad LGTBI+, sino que también envía un mensaje de exclusión y falta de apoyo.

Es ejemplar también entregar la vicepresidencia del Consell de Mallorca y Medio ambiente a quien se reconoce como negacionista del cambio climático cuando nuestra isla será uno de los territorios que más lo sufran.

Los gestos políticos también marcan políticas económicas y laborales y desvelan la desconexión social de un PP que quiere gobernar para la minoría de la élite económica mientras olvida a la clase media trabajadora: eliminar el impuesto de sucesiones para beneficiar a las rentas más altas, eliminar viviendas de protección oficial, anunciar la revisión de las leyes turísticas en un castillo hotel, en uno de los barrios más ricos de la ciudad de Palma y de la mano de los hoteleros (sin representación de los trabajadores haciéndolo en hotel de parte, no en la sede de institución), a la vez que plantean la eliminación de las normas de protección de la salud de las camareras de piso («la gran tontería» como se calificó en campaña fue el subconsciente hablando sin freno). Con unos sonrisas y abrazos en un castillo, con otras toca enterarse por la prensa.

Gesto claro es reunirse con los representantes de la restauración de Palma para hablar de convivencia olvidando la presencia de colectivos y entidades vecinales que mucho tienen y han tenido que decir y reivindicar durante los últimos años sobre descanso y civismo. Entregarse a unos y excluir a otros.

Los gestos tienen el poder de influir en la percepción pública. Desde la eliminación de símbolos, hasta la composición de fotografías invisibilizando a la mitad de la población, o eligiendo entornos privilegiados para colectivos minoritarios, dejando fuera de las mesas de decisión a colectivos, entidades y sindicatos, cada gesto político importa y la derecha en el gobierno ha elegido bando, ha elegido gobernar para una minoría en perjuicio de la clase media trabajadora. Los gestos anticipan las políticas.