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Antonio Papell

Y a usted, ¿qué le preocupa?

Las encuestas sobre intención de voto que infestan a todos los medios durante la campaña electoral previa a las elecciones del día 23 son un habitual elemento del paisaje en estas coyunturas y tienen un valor más bien exiguo, tanto porque mucha gente es celosa de su intimidad y no responde a los requerimientos, como porque la cantidad de indecisos relativiza los resultados de quienes se manifiestan, o porque algunos encuestadores no son lo suficientemente escrupulosos (la mayoría sí lo son, quede claro). Sin embargo, tales encuestas suelen incluir cuestiones colaterales muy simples que se responden con un sí o un no y que resultan iluminadoras.

Así, la encuesta de la consultora Ipsos para un periódico catalán cuyo trabajo de campo se realizó entre el 3 y el 6 de julio, ha preguntado a sus encuestados la preocupación que le producen los diversos resultados que puede arrojar la consulta. Más del 60% de los ciudadanos expresa bastante (18%) o mucha (42,1%) preocupación ante la eventualidad de un Ejecutivo con ministros de la ultraderecha. Por el contrario, al respecto de un gabinete de continuidad formado por el PSOE y Sumar, sólo un 26% de los electores muestra mucha preocupación y un 15%, bastante. 41% de preocupados en total.

La mayor preocupación por un Gobierno PP-Vox se ubica, como es lógico, en el centro y la izquierda, pero la inquietud alcanza a los conservadores. En este sentido, más del 81% de los electores del PSOE en el 2019 se declaran muy o bastante preocupados ante la coalición conservadora, y la tasa roza el 97% entre quienes apoyaron a UP. Pero curiosamente, también el 46% de los antiguos votantes de Ciudadanos expresa preocupación ante la coalición de gobierno entre PP y Vox, y hasta el 25% de los electores populares en el 2019 comparte esa inquietud. Es muy llamativo que el 12% de los votantes de Vox vea también con desasosiego una alianza de gobierno PP-Vox, como si una cosa fuese lanzar propuestas incendiarias desde una tribuna y otra, bien distinta, instalar a los radicales en el gobierno de España.

La paradoja es evidente: la encuesta de intención de voto asociada al resultado mencionado da la victoria al PP y la tercera plaza a Vox, por lo que, de cumplirse los pronósticos, será inevitable un gobierno PP-Vox, de coalición o cuando menos de colaboración. Y si este es el dibujo de las previsiones electorales, ¿cómo se entiende que más del 60% del electorado total, uno de cada cuatro votantes del PP y el 12% de los de Vox vean con inquietud Gobierno PP-Vox?

La preocupación es una disposición subjetiva que puede coincidir o no con el interés. Parece evidente que muchos electores en potencia de esa coalición conservadora que hoy las encuestas señalan como ganadora la votarán porque con ello favorecen a sus intereses materiales (pagarán menos impuestos, tendrán que ser menos tolerantes con los diferentes y los heterodoxos, habrá menos inmigrantes que desentonen de la homogeneidad general y que compitan con los nacionales en el uso de servicios públicos, etc.) aunque contradigan sus convicciones morales. Es claro, en fin, que hay un contraste ético entre lo que muchos consideran que deberían hacer y lo que van a hacer en realidad por puro pragmatismo, porque es «lo que les conviene».

Cuando el egoísmo prevalece sobre los valores y principios, los pueblos se desencaminan y abren abismos en los que es fácil despeñarse. La construcción de la democracia al término del franquismo no solo consistió en la organización pragmática de un sistema nuevo, homologable con los del entorno, sino también en una reconstrucción de la moral pública, en una recuperación de las libertades perdidas, que el franquismo nos había arrancado tras ganar una cruenta guerra civil y administrar una posguerra desoladora. Aquella democracia se planeó para que cupiéramos todos, para que las identidades nacionales fueran acogidas como ramas de un tronco común, para que las mujeres alcanzara la plena autodeterminación, coartada por un machismo endémico, etc.

Sería una tragedia, en fin, que a pesar de la «preocupación», el neofranquismo volviera a imperar, siquiera parcialmente. Este país ha trabajado mucho para estar donde está y sería inhumano a condenarlo a comenzar de nuevo.

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