Sin acabar de resolver la traslación de los resultados de las autonómicas y municipales del pasado 28 de mayo, España volverá a pasar por las urnas el 23 de julio. El adelanto electoral de las generales previstas para final de año puede ser presentado como la aceptación democrática de una derrota o como una segunda vuelta para la remontada, o ambas cosas a la vez, como trata de hacer Pedro Sánchez. Convencido de que el frente antisanchista ha tocado techo y de que la movilización de la izquierda tiene recorrido, el socialista se ha colocado ante el precipicio que le permitirá levantar de nuevo el vuelo cual Ave Fénix o le estampará en el fondo del abismo. Con la aceleración de los tiempos, de momento se ha zafado de una noche de cuchillos largos entre los suyos y les obliga a redirigir las afiladas lanzas hacia el rival Núñez Feijóo. El líder popular se ve apremiado por la multitarea de tener que negociar con un Vox crecido cómo resolver la ecuación de los acuerdos para el desalojo de la izquierda en los territorios, sin incurrir en estridencias ni desatender las exigencias de una campaña que ahora va de él. Los cinco meses de que disponía Yolanda Díaz para acabar de fraguar Sumar se han reducido a unos pocos días. Encarrillar el acuerdo antes de este viernes, fecha tope para presentar candidaturas, no será tarea fácil por los pocos escaños con posibilidades claras y la multitud de actores implicados, a los que se ha añadido Ara Més. El severo revés del 28M para el bloque progresista, muy lastrado por el hundimiento de Unidas Podemos, ha despejado algunas resistencias, no todas, pero sí las existentes en las filas de Lluís Apesteguia, poco entusiasta con la plataforma en su origen. Es la única opción para lograr el ansiado diputado que hasta la fecha les han negado las urnas en los comicios generales, aunque en política dos y dos no siempre suman cuatro.

Francina Armengol se apunta al manual de resistencia de Pedro Sánchez y tal vez a algo más, el retorno. En su comparecencia para anunciar que encabezará la lista socialista al Congreso, la presidenta del Govern en funciones volvió a presumir del legado de dos legislaturas de progreso en las islas, con cifras récord de empleo y paro por debajo del 5%; dejó el análisis y la autocrítica para después de los comicios; y urgió a los cuadros del partido, a la militancia y a los simpatizantes a «convertir el dolor en energía» para el pretendido vuelco. Como ya hiciera Jaume Matas, Armengol se va a Madrid con una clara intención: «De aquí a cuatro años, volvemos». La socialista da por hecha la investidura de Marga Prohens, que esta semana empezará la ronda de contactos para lograr el apoyo o la abstención de los cuatro diputados que le faltan. Vox le pide entrar en el gobierno, como en Castilla y León, y ella insiste en gobernar en solitario sin desvelar la fórmula. El pretendido cordón sanitario de la izquierda se antoja complicado cuando desde la parte de la sociedad civil que avala su victoria se le urge el cumplimiento de promesas como quitar la exigencia del catalán en la sanidad, libre llegada de cruceros o el fin de la prohibición de los pisos turísticos en plurifamiliares en Palma, entre otras. Vienen días intensos en los que no conviene olvidar que todo esto tiene una finalidad, atender el interés general y dar respuesta a los grandes desafíos de nuestro tiempo.