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JOrge Dezcallar

La resaca

El tsunami electoral ha sido de órdago y ha pillado al gobierno desprevenido, quizás por fiarse demasiado de su gurú Tezanos que no parece andar muy fino. El presidente Sánchez ha reaccionado con agilidad asumiendo la enorme cuota de responsabilidad que le corresponde al haberse implicado de forma muy directa en unas elecciones locales que contagió de temas nacionales hasta convertirla en un plebiscito personal que le ha salido por la culata. Ahora ha dicho que «lo mejor es que tomen la palabra los españoles y se pronuncien» y ha convocado elecciones generales adelantadas en pleno verano y en plena presidencia española de la UE, que desde el gobierno se empeñan en afirmar que no se verá afectada. ¿De verdad? ¿Alguien se lo cree? Me temo que con sus poltronas en el aire, la prioridad del gobierno será la política doméstica y los actos de la presidencia europea se utilizarán para sacarles partido (nunca mejor dicho) ante los electores. Y es lástima pues la presidencia ofrece al país que la ejerce la oportunidad de influir sobre el rumbo de Europa, algo que España ha descuidado bastante desde los tiempos de González y Aznar. Y ahora me temo que también dejaremos escapar esta oportunidad, al menos parcialmente.

Con su arriesgada decisión, propia de buen jugador de póker, el señor Sánchez ha conseguido al menos tres cosas: recuperar la iniciativa que había pasado al partido Popular; que no se hable de la aplastante victoria de la oposición conservadora salvo para asustar con la llegada del lobo en forma de Vox; y evitar una rebelión interna de los muchos afectados por la debacle dentro de su propio partido, buenos políticos locales y autonómicos que veranearán en el paro por culpa de su jefe.

A partir de este momento viviremos una campaña electoral que aunque solo comienza formalmente el 7 de julio, de hecho ha empezado ya con PP y Vox eufóricos (también Bildu) pero enredados con pactos y confección de listas, con un PSOE desconcertado y más preocupado por su pérdida de poder territorial que de votos, con Podemos, Esquerra y PNV deprimidos tras el varapalo que han sufrido, aunque unos más que otros, y con Ciudadanos desaparecido por sus propios errores. Así que apriétense los cinturones y prepárense para otras siete semanas que se anuncian duras si nos atenemos a su apertura por el propio Pedro Sánchez cuando, sin perder un minuto, ha levantado el telón y se ha lanzado por la vía de la radicalización y el populismo más zafio afirmando que «no hay distinción alguna entre el PP y Vox» pues ambos son «la extrema derecha», comparando a Núñez Feijóo con Trump y Bolsonaro (mientras él se mira en Biden y Lula), en una campaña que anuncia llena «de suciedad, de insultos y de mentiras» que él parece haber decidido estrenar. Me apena vivir en un país donde todo un presidente del gobierno se rebaja a decir estas cosas porque es un hombre inteligente y no las cree, pero debe tomarnos por idiotas a todos los demás.

No puedo evitar echar de menos algunas dimisiones de los Echenique, Belarra, Junqueras, etcétera, culpables del desastre de sus siglas, como ha hecho Arrimadas con mayor motivo, pero ya se sabe que aquí el verbo dimitir no se conjuga casi nunca. Añora uno a Adolfo Suárez cuando en 1981 decía que «un político que pretende servir al Estado debe saber en qué momento el precio que el pueblo ha de pagar por su permanencia... es superior al precio que siempre implica el cambio de la persona que encarna las mayores responsabilidades ejecutivas». Pero eso pasaba durante esa Transición que nos sacó del franquismo, que maravilló al mundo y que algunos hoy desprecian por ignorancia o por ánimo revanchista.

Ahora habrá que armarse nuevamente de paciencia porque en las próximas semanas todo se hará en clave electoral, mientras preocupa una abstención que se teme que será alta porque el 23 de julio muchos ciudadanos estarán de vacaciones y el voto por correo es un engorro. Supongo que algunos ya deben estar estudiando a quién beneficia, si es que no lo saben ya, y espero que no le pregunten al CIS. Nos jugamos los próximos cuatro años y como votar es un privilegio que pocos disfrutamos en el mundo, conviene no olvidarlo y organizar nuestras vacaciones para asegurarnos de hacerlo.

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