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Ernest Folch

El colapso de la izquierda

Ante la amenaza de un derrumbe histórico, solo tiene una alternativa: unirse, pactar y hacer un frente común.

Todo lo demás la conduce al abismo

El 28M, con sus consecuencias, puede convertirse en uno de los movimientos sísmicos políticos más profundos de la política española y catalana desde hace décadas. Pedro Sánchez ha tenido que mover ficha en medio de una tormenta incontrolada: su adelanto de las elecciones tiene la única virtud de hacerle recuperar la iniciativa y coger al PP desprevenido, y sugiere una idea fuerza: en política nunca hay que resignarse a morir en la orilla. Lo que propone ahora Sánchez es un braceo a la desesperada en medio de un naufragio, y algo muy típico de él: cambiar el paso, e intentar que sucedan cosas. No es mucho, pero es algo.

Sánchez cree en la política de acción, a las antípodas de la política por omisión de Mariano Rajoy, aquel extraño político que creía de verdad que los problemas se solucionan pudriéndolos. El movimiento por sorpresa de Sánchez persigue un efecto tan evidente como difícil: tapar comunicativamente el fracaso del 28M, y transformar su debacle en gasolina electoral. La empresa, de entrada, parece heroica: las municipales y autonómicas del domingo han supuesto la mayor bofetada al PSOE desde que Sánchez llegó al poder, y una de las mayores debacles que se recuerdan de la toda la izquierda española, con Podemos desangrándose y al borde de la desaparición en varios gobiernos de coalición.

Una lectura mínimamente transversal de la hecatombe (desde la humillación en Madrid a la catástrofe en Balears, pasando por las derrotas sin paliativos en Aragón, Valencia, Cantabria, y miles de municipios perdidos) habla de una crisis general de la izquierda y el centro izquierda en España, que se encuentra en estos momentos en una situación extremadamente peligrosa. El resultado del domingo deja en muy mal lugar a Yolanda Díaz, incapaz por ahora de unir su extraño artefacto de Sumar a Podemos: también ella es el objetivo del adelanto de Pedro Sánchez, que confía en fagocitar definitivamente a todo lo que tiene a su izquierda para salvarse.

La excepción al hundimiento socialista ha sido justamente Catalunya, una variable fundamental para entender el adelanto: el presidente se aferra al PSC para intentar salvar los muebles el 23 de julio, aprovechando la dimisión del independentismo. Sin embargo, el efecto de la convocatoria de elecciones de Sánchez corre el grave riesgo de sustituir la reflexión por las prisas. Si se usa el adelanto solamente como un recurso táctico para tapar el fracaso, sin ninguna reflexión previa, y empuja al mismo vértigo al resto de la izquierda, podemos encontrarnos ante un parche comunicativo que, además, actúe como una bomba de racimo dentro de la izquierda.

Si no se afrontan las cuestiones de fondo, como son la pérdida de un relato que convenza y la incapacidad de unir esfuerzos, la izquierda corre el riesgo de descomponerse. En medio del naufragio general, cobra todavía más valor la enorme capacidad de resistencia de Ada Colau, a decenas de votos de quedar segunda, y que le ha enseñado a los partidos progresistas lo que tienen que hacer para construir y defender un proyecto. Ante la tormenta que viene, la única opción para la izquierda es unirse, pactar y hacer frente común. La alternativa es el colapso.

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