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Valentí Puig

Desperfectos

Valentí Puig

Las dos semanas turcas

Si Erdogan gana en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales es dudoso que se dedique a reconciliar un país tan dividido. Persistirá en la tentación neo-otomana

El presidente de Turquía, Tayyip Erdogan, se dirige a sus seguidores en Estambul. UMIT BEKTAS

Las dos semanas para la segunda vuelta presidencial en Turquía se harán larguísimas y pondrán en máxima tensión un sistema político que tiene precedentes inestables y violentos. Será otra batalla entre la voluntad neo-otomana de Erdogan y la referencia kemalista, en la senda del mariscal Kemal Ataturk que en 1923 fundó la Turquía moderna sin tutela de los imanes. Después de Ataturk, el Ejército quiso en varias ocasiones ser el garante del statu quo. Por su parte, Erdogan constriñó el parlamentarismo para hacer presidencialismo. Lleva veinte años en el poder, amoldando el sistema constitucional turco a su conveniencia, con efectos iliberales. Es decir: deteriorando el Estado de derecho en su provecho político y a beneficio de la sharia.

Turquía, una pieza geopolítica primordial entre Europa, Asia y Oriente Medio, confirma que la historia y la geografía cuentan tanto o más que la economía. El recuento electoral muestra hasta que punto en Turquía dividen tanto los arraigos como los desarraigos. En política todo es engañoso, tanto los retrovisores como los GPS.

Ataturk, héroe en la batalla de Galípoli en la Primera Guerra Mundial, con Turquía aliada de Alemania, ve cómo el vasto Imperio otomano colapsa al perder la guerra. Ataturk se impuso en la guerra de la independencia. Más que socialdemócrata, el kemalismo fue estatalista. Ataturk fue uno de los grandes reformistas de inicios del siglo XX: Constitución, abolición de la sharia, laicidad, alfabeto latino, voto de las mujeres. Su sistema de partido único iba a abrirse al pluralismo. Imponente y astuto, cada día bebía una botella de cazalla turca, sin inmutarse. A la vista de la reislamización liderada por Erdogan habrá quien piense que la desislamización efectuada por Ataturk nunca logró cuajar del todo. Eso va según las provincias.

No alineado

Erdogan tiene un sentido desmesurado del poder e instintos pragmáticos, con años de juventud en el islamismo radical: entonces llamaba «maestro» al traductor de Los protocolos de los sabios de Sión, un ideólogo islamista. A diferencia, el kemalista Kiliçdaroglu entró tarde en la política, después de una larga permanencia en la burocracia del Estado.

Hoy Erdogan procura no alinearse y mantenerse en la opción multilateral. No se suma a las sanciones a Rusia por la agresión a Ucrania. Bloquea el ingreso de Suecia en la OTAN, pero su política económica es calamitosa. La UE le paga que sea filtro migratorio. Al reaccionar contra la intentona golpista de 2016, Erdogan aceleró la reislamización autoritaria. Y se dedicó al Estado de obras.

Con dos semanas para la segunda vuelta, habrá belicosidad sobre el recuento del pasado domingo. También es posible que haya fallado el candidato opositor, situado como ganador en los sondeos y favorito de la Casa Blanca y Bruselas. La vieja cuestión kurda puede determinar la segunda vuelta. El voto del partido nacionalista de Ogan —5% en la primera vuelta— es antikurdo y en la segunda vuelta puede trasladarse a Erdogan, dada la proximidad de Kiliçdaroglu con la reivindicación kurda. Si Erdogan gana es dudoso que se dedique a reconciliar un país tan dividido. Persistirá en la tentación neo-otomana. En octubre se cumplen los 100 años desde que Ataturk fundase la república. En realidad, la puerta de la Unión Europea estuvo abierta en falso, con probabilidades de un veto. Es una paradoja más que Turquía esté en la OTAN y se entienda con Putin. Erdogan quiere ser un Ataturk, pero al revés y con inflación.

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