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Pilar Ruiz Costa

Una ibicenca fuera de Ibiza

Pilar Ruiz Costa

Alerta Jota

Leía sin demasiado interés la ruptura el pasado mes de abril de la cantante Taylor Swift con el actor Joe Alwyn —Miren si soy mayor que a él tuve que buscarlo en Google —. La ruptura tras seis años de relación quedó confirmada cuando el entorno de Swift dejó de seguir a Alwyn en Instagram, que parece ser el castigo que procede cuando ambas partes van sobradas de privilegios. Pero lo que me fascinó, lo que me agarró como velcro a esta historia de unfollow y desamor, es que sirvió para que se extendiera de nuevo una antigua pero al parecer, férrea creencia: Su idilio estaba condenado desde el principio porque el nombre de él empieza por la letra ‘J’.

Apartado de advertencias: Aunque en esta columna se recibe con alfombra roja a lectores en toda su diversidad de inclinaciones, géneros e identidades, este drama que les traigo es específico de mujeres cisgénero, heterosexuales y, por encima de todo… solteras. Por eso, si quien lee no está englobado en este grupo en particular y mantiene una relación satisfactoria a espuertas con un Juan Jacinto José, ¡disfrútela!, pero para ellas, va esta ALERTA JOTA.

Tirando del hilo Swift-Alwyn vi que las redes sociales se habían llenado de mujeres despechadas autodenominándose J-haters (odiadoras de los J) que compartían sus desgarradoras experiencias en pasadas relaciones con hombres con un nombre J. Tuits y vídeos subrayados con un hashtag como sentencia: #JName (#NombreJ). Los centenares de mensajes de las ex de algún J los retratan como traidores, mujeriegos, tóxicos necesitados de terapia y que en resumen: te romperán el corazón. Si la lectora ya pertenece a este club de damnificadas, que sepa que hasta puede comprarse una camiseta o una agenda If his name starts with J, run, girl (Si su nombre empieza por J, corre, mujer).

Como mujer cisgénero, heterosexual, soltera y, sobre todo, práctica, enseguida me planteé lo que supondría seguir esta advertencia, ¿sería como cuando te pierdes las promesas electorales de algún político, que total te da lo mismo, o como cuando se saltan los preliminares en el sexo que importa y mucho? Decidí ir a fuentes fiables —no, Tinder no—: El Instituto Nacional de Estadística (INE) y el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS).

Mal empezábamos. Ya podrían haber sido los nombres de hombres que empiezan por Z o por Y, va y resulta que 4 de los 10 nombres más utilizados en España son José, Juan, Javier y José Antonio, ¡4 de 10! Seguí escarbando. A pesar de las 29 letras del alfabeto, 25 de los 100 nombres más comunes empiezan por la maldita J. Eso significa que si 9.814.000 de solteras teníamos que disputarnos ya 8.561.000 solteros, si quitamos una horquilla de entre 2,1 y 3,4 millones de hombres-J, las cuentas salen a que nos toca trocear a los solteros y miedo me da qué parte elegirán mis amigas.

Por otro lado observé que en la encuesta de marzo del CIS sobre Relaciones sociales y afectivas pospandemia todavía no habían incluido el grado de importancia que darían a las iniciales en el caso de iniciar una relación y sí —ellos y ellas— daban mucha o bastante importancia a «que no se implicara en las tareas domésticas» (un 80% de los encuestados) o a «que las relaciones sexuales no fueran satisfactorias» (69,4%), eclipsando «que fuese menos atractivo/a que Ud.» (11,7%) o «que tuviese menos dinero» (6,7%). Bien por mis compatriotas.

Por Taylor Swift no se preocupen. Apenas semanas después ya la relacionan con el cantante Matty Healy —he tenido que buscarle en Google— y con nuestro piloto más persistente: Fernando Alonso. Una M y una F menos en el mercado, chicas.

Pensé entonces que la juventud es una enfermedad que se cura con el tiempo y con los años estas víctimas de algún J verán las cosas de otra manera hasta que di con una abuela influencer de Connecticut, Lillian Droniak, que con 93 años y casi 10 millones de seguidores se erige como la consejera sentimental más tierna de internet. Entre sus vídeos de Tik Tok hay uno de alertas rojas que indican que ‘ese’, no es nuestro hombre: si miente sobre su altura —mentir está feo—, si pertenece a un signo de agua —cáncer, escorpio y piscis, ¡chicas, acabamos de perder a otra cuarta parte de los solteros que quedaban en el bombo!—, si no tiene sopa en la nevera, si no le gusta el bingo o si juega al golf, o ¡mierda! «Si su nombre empieza por la letra J»…

¡Con lo humildes que eran mis alertas hasta la fecha! Básicamente se reducían a que en una cita no me hablara de chemtrails o que lo que tengo que hacer es invertir en bitcoins o parcelas en el metaverso. Que no soltara en una misma frase ‘o sea’ y ‘en plan’, ‘ni de izquierdas ni de derechas’ o ‘ni machista ni feminista’, que es ya el último eslabón de la cadena de dignidad que le queda a una soltera. Ya saben: a los veinte los queremos guapos, a los treinta que nos quieran mucho, a los cuarenta que nos quieran bien y a partir de entonces… con que no sea facha como si se llama Juan Jacinto José.

@otropostdata

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