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Matías Vallés

Con Feijóo no basta

Desligados de sus dudosos pronunciamientos electorales, los barómetros del CIS siguen alimentando las dudas sobre el liderazgo insuficiente en el PP

Antes de José Félix Tezanos fue Soraya Sáenz de Santamaría, que ejercía de presidenta de facto del CIS a sus órdenes. En aplicación de la curiosa adaptación de los datos estadísticos a la voluntad de sus gestores, los barómetros del Centro vertían balances ajustados a las ambiciones de su dueña. Es cierto que bajaban los porcentajes del PP, en curiosa coincidencia con el interés de la vicepresidenta por la erosión de Rajoy. Además, el desfallecimiento popular se compensaba milagrosamente con una sobrevaloración de Ciudadanos, el novio ideal.

Finalizada la cocción, la suma de PP y Ciudadanos bajo la batuta de Sáenz de Santamaría superaba la mayoría absoluta de los 350 diputados, que no 360 como pretende a menudo Núñez Feijóo. Es decir, se desgastaba a Rajoy, se bloqueaba cualquier aspiración de un Gobierno de izquierdas, y se catapultaba una alianza de centroderecha que necesitaría a un presidente o mejor presidenta equilibrada y equilibrista.

Para ahorrar consultas o estrujamientos de las meninges, PP y Ciudadanos nunca sumaron mayoría absoluta. La benemérita alianza solo existió para el CIS, por mucho que Albert Rivera se afanara a prometer su apoyo sin fisuras al PP en la última semana de la campaña, extraña sumisión en un líder independiente. En el saldo comparativo, cabe admirar el estilete sutil de Soraya frente al estilo bronco y desabrido de los números de Tezanos, un luchador a pie de calle.

El crimen estadístico no consiste en falsificar los datos, sino en creer en ellos. La distorsión de los números del CIS, o su «coloreado» en versión para todos los públicos, tiene un límite. Desligados de sus dudosos pronunciamientos electorales, los barómetros siguen alimentando las dudas sobre el liderazgo insuficiente en el PP. El Centro falló estrepitosamente en las andaluzas del año pasado, pero al menos diagnosticaba la superioridad de los populares de Moreno Bonilla sobre un candidato socialista muy fácil de olvidar.

En cambio, los socialistas aparecen como ganadores en el macrosondeo de esta semana. La mitad de las doce autonomías en litigio muestran un ascenso de las expectativas de los barones de Sánchez respecto a 2019, un pronóstico difícil de mantener sin pestañear salvo que se disponga de una mínima malla de seguridad numérica. Si no materializa sus expectativas, el PP no podrá culpar el lunes 29 a la brujería de Tezanos.

La estadística es el arte de engañar mediante números, mucho más maleables que las palabras. La serie de barómetros del último año en sus diferentes manifestaciones, ahora local y autonómica, exhiben un oscurecimiento del presidente del PP que no podría simular numéricamente ni un Chat GPT. La conclusión es que con Feijóo no basta. Con todas sus limitaciones a cuestas, Sánchez habita un mundo propio y juega cada jornada como un playoff de la NBA. Su teórico rival efectúa el jueves un discurso desde un atril donde se lee «Badajoz», así que señala su emoción «cada vez que vengo a Andalucía».

Por supuesto que Feijóo distingue perfectamente las diferentes regiones españolas, la duda ofende a los extremeños. Simplemente, tiene la cabeza en otra parte, un despiste muy peligroso cuando el GPS señala a La Moncloa y el vehículo circula a la velocidad de crucero de Baltar. Cada día se escriben un centenar de artículos elogiando la fortaleza de Díaz Ayuso, capaz de plantarle cara al presidente nacional de su partido. Suele omitirse la versión más humilde, la endeblez de un líder de la oposición incapaz de disciplinar a una presidenta uniprovincial.

El pavo real es el animal totémico de los políticos. La regla consiste en aparentar, en incorporar a la personalidad los atributos del cargo, con la carnavalada de la abadía de Westminster como apoteosis del género musical protagonizada por Carlos III. En cambio, aqueja a Feijóo la limitada confianza en sí mismo, tal vez la sabiduría de haber concluido que no quiere parecerse a ninguna de las personas que le rodean. No quiere ser como Sánchez.

Al templar los datos siempre desbocados del CIS de Tezanos, se advierte que España se encamina de nuevo hacia el limbo electoral del doblete de los años 2015 y 2016, con tantos vencedores de las generales que era imposible ligar un Gobierno. Y cuando se concluye con cierto rigor que con Feijóo no basta, es necesario plantearse si algún presidente del Gobierno aterrizó en La Moncloa por sí mismo, sin la ayuda de una catástrofe natural. ¿Habría Suárez sin Franco, González sin 23F, Aznar sin GAL, Zapatero sin 11M, Rajoy sin Bernie Madoff, Sánchez sin Gürtel? O tal vez no hay desastre suficiente para catapultar a Feijóo, aunque esto escapa al Centro.

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