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Matías Vallés

Una presidenta, la izquierda es lo de menos

Yolanda Díaz envuelve su candidatura bajo una bandera feminista porque ofrece mejor refugio que el estandarte comunista, ecologista o ucraniano

La introducción de la candidata Yolanda Díaz fue un rosario de evidencias, rociadas con gran atavío emocional. A la hora de concretar su aspiración a la presidencia del Gobierno, no se desprendió de la obviedad de que su triunfo llevaría a la primera mujer a La Moncloa. No hay audacia en la constatación, sino un movimiento táctico defensivo. Se envolvió en la bandera feminista porque hoy ofrece mejor refugio que el estandarte comunista, ecologista o ucraniano, por citar otros afectos que también adornan a la vicepresidenta.

La ambición lógica de cualquier candidato debiera limitarse a mejorar a sus predecesores. La introducción en la competición de circunstancias geográficas, raciales o sexuales puede convertirse en una trampa. Obama aporta un excelente ejemplo, en cuanto que viene sucedido por Trump, o que lo anticipa en una interpretación más negativa. Por si acaso, los cautos Demócratas seleccionaron en 2020 a un varón blanco, antiguo, católico y político más que profesional. Su victoria es la primera prueba de que en las elecciones y en la Bolsa no se trata de elegir al aspirante óptimo, sino de coincidir con la mayoría en la designación del ganador. Y si alguien va a señalar el tándem con Kamala Harris, enhorabuena por convertirse en la primera persona de cualquier extracción que encarece a la vicepresidenta estadounidense fallida.

Los términos planteados por Yolanda Díaz obligarían a concluir que Italia es un país más feminista que España, porque ya cuenta con una presidenta del consejo de ministros. Sin embargo, no se necesita una exploración en profundidad para concluir que Giorgia Meloni no guarda otra coincidencia que el sexo con la fundadora de Sumar. Y sobre todo, que el país de Silvio Berlusconi va mucho más atrasado en conquistas feministas en el campo de la política, gracias al gigantesco impulso de Zapatero. El animador de cruceros y de Forza Italia se burló de aquel gabinete socialista «demasiado rosa», aparte de bromear con «il panzone» de una ministra de Defensa embarazada y llamada Carme Chacón.

Yolanda Díaz no va por detrás de Meloni, al contrario de lo que se empeña en proclamar. Ahora mismo, la mayor amenaza de futuro para la Francia de Macron se llama Marine Le Pen, rebautizada en ultraderechista moderada. De nuevo, las feministas combaten para frenar su auge, se trataría de un plus de animosidad. Sin necesidad de viajar, la improbable derrota de Díaz Ayuso en Madrid el 28M se contemplaría como un triunfo feminista, una contradicción que delata las anomalías de erigirse en la primera mujer como único argumento. Claro que Yolanda Díaz no podía añadir que aspiraba a ser «la primera presidenta de izquierdas», porque las palabras izquierda y progresismo brillaron por su ausencia durante una hora de tupido discurso.

Entre la enfervorizada audiencia de la autoproclamación de Yolanda Díaz destacaba Mónica García. La candidata a la comunidad por Más Madrid debió sentirse especialmente dolida ante la apelación a la «primera presidenta». Para empezar, fue derrotada por Ayuso, y lo más probable es que el 28 M repita un resultado decepcionante. Si ganara, y es un «si» de tamaño gigantesco, no sería ni la segunda ni la tercera gobernante madrileña, por los precedentes de Esperanza Aguirre o Cristina Cifuentes. ¿Esta alta densidad femenina empañaría su triunfo?

Un ejemplo inverso se presenta en Balears, gobernada desde hace ocho años por Francina Armengol. No ha sentido ningún empacho en definirse como «izquierdista y feminista», frente a la amputación ideológica de Yolanda Díaz. La presidenta mallorquina competirá el 28M con la ‘popular’ Marga Prohens, como únicas aspirantes en condiciones. Con las reglas de la vicepresidenta del Gobierno, convertirse «en la primera presidenta de derechas» supone un valor añadido. Y cabe recordar de nuevo que no puede esgrimirse un progresismo diferencial, ausente en el discurso de Sumar.

El corolario se apunta a la paradoja, ¿es preferible perder con Yolanda Díaz a ganar con otra persona que la nombre vicepresidenta, o su derrota debe ser sin paliativos para no llamarse a engaño? Por no hablar de que usted quiere una presidenta, pero España tal vez no. Así se desprende de las encuestas llevadas a cabo con la candidata Hillary Clinton en 2016. Al preguntar a los estadounidenses si aceptarían a una mujer en la Casa Blanca, respondían que no veían el mínimo problema. Al modular la cuestión en «si sus compatriotas lo aceptarían», la respuesta dominante era negativa, y la mayoría de mujeres blancas votaron al machista Trump. Nadie sabe todavía cómo ganar unas elecciones, con permiso de la Inteligencia Artificial.

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