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Felipe Armendariz

PENSAMIENTOS

Felipe Armendáriz

Pujol y Rey

¿Qué tienen en común Jordi Pujol y Bárbara Rey?, pues que los dos personajes están siendo blanqueados pese a las serias dudas que presentan su integridad y honradez.

En un principio, Pujol, uno de los políticos españoles más influyentes de las últimas décadas y la musa del destape de los 80 no se parecen en nada. Sin embargo, la Justicia no ha sido eficaz en sus casos.

El catalán, de 92 años, se morirá seguramente sin haber sido juzgado como líder de una supuesta trama familiar de corrupción. La historia, simplificando, consistía en que el cabeza de familia hacía de gancho para el cobro de millonarias comisiones por obras y contratos públicos adjudicados por la Generalitat. Parte de los sobornos habrían ido a parar al partido Convergència i Uniò y otra buena tajada habría acabado en los bolsillos del numeroso clan Pujol-Ferrusola, vía paraísos fiscales, especialmente la pequeña, próxima, sinuosa y oscura Andorra.

En el supuesto de la actriz, de 73 años, las sombras, más que documentadas, se derivan de su antigua relación amorosa con el entonces rey de España, Juan Carlos I. Al parecer, la presentadora se habría valido de unas grabaciones que acreditaban ese affaire para extorsionar al monarca.

Para tapar el escándalo tuvo que intervenir el Gobierno de turno, que encargó a los servicios secretos, el CNI, la neutralización de la amenaza. El problema se resolvió, según testigos, con importantes pagos y prebendas a la vedette, que, además, fue contratada sospechosamente por algunas televisiones públicas. Fue el precio de su silencio.

La Justicia nunca llegó a investigar el supuesto chantaje de la artista. No hubo denuncia alguna. Por aquel entonces, el rey Juan Carlos era intocable. No interesaba manchar su imagen y sus devaneos amorosos eran encubiertos por el Estado y los medios de comunicación.

Jordi Pujol admitió, en 2014, que había mantenido una fortuna oculta durante años en bancos andorranos, fraude fiscal en el que estaban también implicados su mujer, Marta Ferrusola, y sus siete hijos. La confesión, forzada por las pesquisas policiales, fue una bomba y el estadista se cayó del pedestal.

Nueve años después los tribunales no han llevado a juicio este sumario. La vista oral ni está ni se le espera. Esta perversión del sistema está permitiendo que sectores de la política y la alta sociedad catalanas emprendan una campaña de lavado de imagen del estadista. Todas las naciones necesitan mitos y padres fundadores. Cataluña aspira a ser un país y el expresident de la Generalitat ha sido elegido como referente.

Es la política del «borrón y cuenta nueva», del «aquí no ha pasado nada». Esa «posverdad» también está favoreciendo a Bárbara Rey, que lleva semanas paseando su desvergüenza por platós y redacciones. La excusa para su rehabilitación es la serie televisiva Cristo y Rey, donde no se hace mención alguna a los supuestos delitos.

La antigua mito sexual de la Transición se presenta ahora como víctima de su difunto marido, el domador Ángel Cristo, y cuenta detalles íntimos de sus amores con el exjefe del Estado. Todo muy bonito, si no supiéramos de su vena corrupta y codiciosa. Pujol aparece como un venerable patriarca, que escribe libros pese a haber sufrido un ictus y que nunca rompió un plato. Todo muy creíble también.

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