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Pilar Rahola

La tribuna

Pilar Rahola

Yolanda Díaz, arma de doble filo

Por un lado es evidente que la vicepresidenta serena la radicalidad de Podemos.

Pero, por otro, su transversalidad socialdemócrata compite por el votante socialista

Ilustración: Yolanda Díaz, arma de doble filo. Fernando Montecruz

Pese a que la presentación en sociedad de Yolanda Díaz será el próximo 2 de abril, cuando se oficializará su candidatura con Sumar, nadie duda de que el auténtico pistoletazo de salida fue el discurso de más de una hora que hizo en la delirante moción de censura de Ramón Tamames. El tiempo dirá si la maniobra de Pedro Sánchez de compartir ese momento protagónico con su vicepresidenta le ha resultado provechoso, no en vano Díaz es un arma de doble filo para los socialistas. Por un lado es evidente que serena la radicalidad de Podemos. Pero, por otro, con su transversalidad socialdemócrata compite por el votante socialista y, al mismo tiempo, dificulta el pacto con el partido de Belarra e Iglesias -que ya han mostrado su notable malestar-, lo que pone en peligro a la mayoría para gobernar.

Es decir, las virtudes de la líder de Sumar pueden ser, a la vez, buenas y malas para su aliado socialista, sobre todo si no logra el acuerdo con Podemos y se bifurcan los caminos. Son buenas virtudes para Sánchez, en la medida en que ha optado por una cultura de coalición más amable y menos disruptiva que la de sus compañeros de Podemos. No olvidemos que la estrategia de Iglesias, en la vicepresidencia, era la de hacer de oposición dentro del Gobierno, como también es la estrategia de Irene Montero, en un esfuerzo permanente para dirigirse al electorado a la izquierda de los socialistas. Una estrategia que, inevitablemente, se excede en gestualidad antisistémica y en exceso de hiperideología. Yolanda Díaz ha hecho justamente lo contrario: se ha alejado de la política de propaganda y ha practicado un doble giro hacia el centro, tanto en el relato ideológico como en la acción de gobierno. No es, pues, Podemos, ni tampoco el PSOE, pero en el juego de las semejanzas, es más PSOE que Podemos.

Ilustración: Yolanda Díaz, arma de doble filo. Fernando Montecruz

Es en este punto donde Díaz puede ser, al mismo tiempo, la salvación y perdición de Sánchez. Primero porque, a diferencia de Podemos, que es un partido claramente distintivo respecto a los socialistas, Sumar juega a cierta indefinición que desdibuja el color propio, al estilo de lo que ya ocurre con el Más Madrid de Errejón, por otra parte aliado natural. Es cierto que la opción de Díaz puede convertirse en el refugio de votos de todos aquellos progresistas hartos con los socialistas, pero alejados de la radicalidad de Podemos, una especie de territorio transfronterizo donde recoger los decepcionados de los otros dos partidos. Pero convertir la ambigüedad ideológica en un puente por el que hacer transitar votos también puede significar una resta para los partidos de los que se alimenta. Esta es la dicotomía que plantea Yolanda Díaz a Pedro Sánchez: necesita la centralidad de Sumar para gobernar con cierta tranquilidad, pero es esa centralidad la que puede llevar al estropicio con Podemos. Y sin el partido de Pablo Iglesias, Sumar no sumaría... y sería muy improbable que el PSOE pudiera validar a una mayoría de gobierno.

La pregunta, pues, recae en las filas de Podemos, que en estos momentos está lejos de facilitar el acuerdo. Al contrario, de puertas afuera han dejado clara la incomodidad y la frialdad con la que acogen la propuesta de Díaz, hasta el punto de haber escenificado algunos desplantes públicos a la vicepresidenta, y nadie cree que puedan acercar posiciones antes de las municipales. Pero, ¿y después? La lógica haría creer que, por pura supervivencia -puesto que la alternativa es el gobierno PP-Vox-, acabarán encontrando una salida para aliarse, pero no siempre funciona la lógica en los posicionamientos de Podemos. Al contrario, es perfectamente imaginable la decisión inversa, la de hacer estallar el escenario para mantener posiciones de pureza ideológica. No olvidemos que ya ocurrió en 2019 con la espantada de Pablo Iglesias y las consecuentes elecciones avanzadas, y la posibilidad de que se repita una jugada similar no es descartable. Al fin y al cabo, en línea con las viejas izquierdas hiperideológicas, Podemos parece sentirse más feliz en la trinchera de la resistencia, donde puede mantener inmaculados los eslóganes, protegidos de la contaminación del poder. Es el viejo contra Franco vivíamos mejor en la versión 2.0 de Vox y compañía. Si Podemos toma ese camino -por el que ya transita Montero-, el damnificado no será él, sino el PSOE, y esa evidencia es la munición que tiene Pablo Iglesias para estirar la cuerda. ¿La romperá? No sería una sorpresa.

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