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Robert de Niro en 'El becario'.

El presidente de Francia, Emmanuel Macron, se encuentra en el momento más difícil de su último mandato presidencial, consecuencia de la ley que reforma el sistema de pensiones, en la que se dispone aumentar la edad mínima de jubilación, y pasar de 62 a 64 años, para poder recibir una pensión completa. Esta modificación está generando graves disturbios en las principales ciudades de Francia, vandalismo, huelgas, incendios, detenciones y serios enfrentamientos con la policía. Todo eso en aquel país es normal, tienen bien interiorizado que la democracia supone manifestación y huelga. Es casi imposible estar París sin que se ofrezcan magníficas exposiciones y excelentes conciertos y a la vez coincidir con una o dos huelgas a la vez, el metro, los taxistas, los servicios de limpieza, los trenes, los controladores aéreos… Así, y a pesar de ello, París vale la pena, sigue siendo una bella ciudad con una impresionante arquitectura y una oferta cultural como en ninguna otra ciudad europea.

A muchas personas mayores les sorprende esta desmesurada oposición a la jubilación a los 64 años cuando en otros gobiernos occidentales se está alargando la vida laboral de los trabajadores, según sus capacidades para seguir en sus puestos, ya sea en la empresa o la administración, dando un adecuado rendimiento y cotizando a la seguridad social que en todas partes tiene serios problemas de sostenibilidad. Pero no solo es esto, hay personas que, contrariamente, rechazan la obligatoriedad de su jubilación, tanto en la empresa privada como en las administraciones públicas. ¿Qué razón se puede aducir para obligar a jubilarse, a los 65, 67, o 70 años, «velis nolis» —tanto «si quieres como si no quieres», como se decía en Roma—? De hecho, cada día es más frecuente encontrar a personas mayores en plena forma física e intelectual que desearían seguir aportando su formación, conocimientos, eficacia, experiencia al mundo del trabajo ya sea en la empresa, la docencia, la ciencia. ¿Tiene sentido obligar a retirarse a un científico, a un profesor universitario, a un dirigente empresarial que desea seguir aportando? ¿Por qué se menosprecia a los mejores profesionales por ser mayores? Europa se equivoca, desprecia el valor que supone contar con los mayores. Inversamente, Japón, EE UU, Corea, que son economías avanzadas, fomentan que los buenos profesionales prosigan en su trabajo en universidades, laboratorios, en empresas. Entre los mejores cerebros norteamericanos, algunos premios Nobel, se encuentran muchos de 80 e incluso de 90 años que siguen en sus puestos, porque se sienten bien considerados y útiles, porque no les obligan a irse en contra de su voluntad, la elección en la vida laboral debe ser seguir trabajando o no. He recibido frecuentemente quejas amargas de directivos, profesores, investigadores, que no entienden cómo les obligan a irse cuando se sienten con fuerza, ganas y en buenas condiciones para seguir. La edad cronológica no siempre coincide con la biológica. Es un error el desperdiciar la inversión realizada en estas personas que están en condiciones de devolver a la sociedad lo que en ellas se ha invertido. Los jóvenes en el mundo laboral se encuentran cómodos y seguros con ellos, con los que acaban formando equipo. Evidentemente nadie debe sentirse obligado a quedarse trabajando si no quiere.

A los que piensan de otra forma, en rejuvenecer, obsesivamente, las plantillas, les recomendaría que vieran la película El becario en la que interpreta, magníficamente, Robert de Niro el papel de una persona mayor en una empresa. El argumento consiste en el caso de un jubilado de más de 70 años, que debió de dejar su empresa en contra de su voluntad y que piensa que hay vida más allá de los 70 años y, cansado de no hacer nada, perder el tiempo como jubilado, decide presentarse en una empresa de moda juvenil como «becario senior». Es admitido y, se crea inicialmente, un cierto revuelo entre los jóvenes que son mayoría en todos los niveles de la organización, pero al poco tiempo es aceptado, considerado y solicitado por su buen hacer e incluso se acude a él para recibir, frecuentemente, consejo en determinadas situaciones.

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