La moción de censura de Vox, nacida en el fragor de las pinzas en una marisquería de Madrid, acabó en un esperpento de su protagonista, un decadente Ramón Tamames, y en estrepitoso fracaso político: 201 votos en contra, 53 a favor (Vox y un exCiudadanos) y 91 abstenciones (88 del PP, dos exUPN que irán en las listas populares, y uno de Foro Asturias). La sensación del hemiciclo y de los nueve millones de espectadores que en algún momento siguieron la sesión fue la asistir a una charlotada, a un uso torticero de los mecanismos democráticos por parte de la ultraderecha para atraer el foco a dos meses de las elecciones del 28M con el propósito de marcar perfil frente al socio-rival de la «derechita cobarde». En ningún momento, se puso en apuros al Ejecutivo ni se vislumbró un proyecto alternativo de país, más bien sirvió a Pedro Sánchez para presentar un estructurado balance del Gobierno en una especie de debate del Estado de la Nación extra regalado por una maniobra chusquera, que ha dado más pegamento al pacto de izquierdas y su órbita de socios en dos días que la suma de legislaturas. Yolanda Díaz aprovechó la oportunidad de las réplicas para situarse en un nivel de tú a tú presidencial con Sánchez, pero en actitud no competitiva. Lejos de buscar el matiz, la aspirante a gran lideresa de las izquierdas alternativas, hizo de contrafuerte y catapulta de la acción de gobierno, contraponiendo los avances alcanzados en una coyuntura difícil a la virtual pérdida de derechos que implicaría un cambio de ciclo. Díaz aprovechó el altavoz para potenciar el efecto primera mujer aspirante a Moncloa y dar visibilidad a su proyecto ‘Sumar’, que sigue sin despejar incógnitas de calado. A dos meses de las elecciones, Unidas Podemos Baleares no sabe si contará con ella para los actos de campaña, lo que dificulta en envío de representantes a su gran acto del próximo 2 de abril. La euforia de la moción no disipa debilidades manifiestas que pueden resultar letales en las urnas. Baleares saltó del discurso primigenio de Tamames, aunque hasta el Congreso llegó la dificultad de la mallorquina María Cristina Adrover para acceder a una vivienda, recogida en el discurso de la podemita Gloria Santiago. Está por ver el efecto moción sobre los votantes de Vox, que pudieron descubrir el pasado como profesor de Economía de etarras de su candidato durante la estancia en prisión por antifranquista, según relató el propio Tamames en su contestación al PNV. A quien más a contrapié ha cogido la iniciativa es sin duda a Núñez Feijóo, quien para ese día se organizó una inaplazable reunión en la embajada sueca. A diferencia de su predecesor Pablo Casado, que optó por un rotundo no en la anterior intentona de Santiago Abascal, el gallego ordenó la abstención, emitiendo una clara señal de no hostilidad, de no a las líneas rojas con la ultraderecha. Ante la próxima cita con las urnas, Feijóo no quiere dinamitar puentes por lo que se pueda necesitar . Una vez más, al líder popular se le desacopla la artificiera Isabel Díaz Ayuso, quien tras la votación en el Congreso anunció su ruptura con Vox por resistirse a la rebaja fiscal a extranjeros en la Comunidad de Madrid. Pese a todo, la moción ha brindado la oportunidad de contraponer modelos y líderes.