El martes 15 de marzo se celebraron elecciones provinciales en Holanda. A través de estos comicios, se elige de forma indirecta la composición del Senado. La gran sorpresa de la jornada, fue la irrupción con el 20% de los votos, del Movimiento Campesino – Ciudadano (BBB por sus siglas en neerlandés). Un partido que todos sitúan en el centro derecha y que ha conseguido 15 de los 75 senadores en las 12 provincias del país. El resultado altera el equilibrio aritmético del gobierno actual. Su lideresa, Carlone Van der Plas, ya ha pedido entrar en el ejecutivo nacional al grito «No podéis ignorarnos durante más tiempo».

El sector agrario en los Países Bajos lleva dos años en una desairada batalla social pero acumulando grados de solidaridad ciudadana. El modelo agrario súper intensivo instalado en Holanda hace muchas décadas, trajo como consecuencia, graves problemas ambientales que era necesario corregir. Sin embargo, igual que sucede con otros procesos de reconversión productiva, ha faltado un gran acuerdo sobre el ritmo de la transición. Lo que ha sucedido de la mano de un gobierno formado por cuatro partidos de centro derecha es justamente lo contrario. La agenda verde de la «Ministra de Naturaleza y Nitrógeno» se ha diseñado de manera unívoca para reducir las emisiones de nitrógeno en un 50% en el año 2030, lo que supone de facto eliminar el 30% de la cabaña ganadera, planteando incluso, la expropiación forzosa de las granjas situadas en zonas sensibles. El sector agrario y ganadero holandés, a través de sus organizaciones, piden objetivos ambientales realistas, pactados y adecuados a cada territorio. Pero paradójicamente, el BBB ha sido también mayoritario en la provincia de Groningen, en la que al tiempo que se planea el cierre obligatorio de granjas, el descontento rural se concentra contra el mayor yacimiento de gas natural de Europa.

Los partidos agrarios conocieron su esplendor en buena parte de Europa hasta la Segunda Guerra Mundial. Su importancia objetiva fue mucha, incluyendo su papel decisivo en la politización del campesinado, llegando en bastantes casos a experiencias de gobierno. Hoy, los principales partidos agrarios se concentran en el Norte de Europa: El Partido del Centro de Suecia, el Partido del Centro de Finlandia, Venstre en Dinamarca, el Partido de Centro de Noruega y el Partido Progresista de Islandia. Todos ellos entroncan con la tradición de la Democracia Cristiana que daba amparo a la sociedad rural y agraria que construía la recién inaugurada Comunidad Económica Europea de los años 60. Pero de nuevo, paradojas de la historia, fue el primer Comisario Europeo de Agricultura, el holandés, Mansholt, nacido en Groningen, agricultor de familia y socialista quien anunció aquello de; «Eliminar 5 millones de agricultores, retirar 5 millones de ha de tierra, matar 3,5 millones de vacas europeas».

En la actualidad, no creo en absoluto que los retos a los que se enfrenta el sector agrario y el medio rural de Europa se resuelvan de la mano de una nueva oleada de partidos agraristas. Sin embargo, hay signos más que evidentes, de que estas realidades son de las peor atendidas desde los partidos políticos. Y cuando digo atendidas, digo atendidas en profundidad. Con experiencia, conocimiento de causa y compromiso efectivo. En estos momentos, la mirada política al campo se debate entre el tradicionalismo identitario de los partidos de extrema derecha, y las ideas o imágenes bucólicas de modelos campesinos más cercanos a la antropología social que a la realidad productiva. En medio tenemos partidos políticos que buscan responder con realismo, pero que miran al sector sin saber cómo y qué mirar. No alcanzan a dar la mirada profunda que necesita el sector y el medio rural para construir un futuro en el que la soberanía alimentaria es estratégica. Los cuadros políticos y técnicos comprometidos con el sector que coexisten o coexistimos en estos partidos, casi somos una rara avis cuando planteemos a la interna como afrontar los problemas del agro, los debates y las propuestas. Casi nos reconocemos y entendemos mejor entre nosotros y nosotras que con los propios de los partidos a los que pertenecemos. Aunque en ocasiones, como ha sucedido en esta legislatura, tenemos la maravillosa experiencia de recibir el apoyo orgánico e institucional y entonces, la sensación de que es posible prender la semilla rural en esta política cada vez más urbana parece renacer. Cada vez que surge una noticia como la que sirve de base a esta tribuna me pregunto. ¿Qué debemos hacer?