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Jose Jaume

La moción de censura que da inicio al convulso ciclo electoral de 2023

Santiago Abascal afirma que la moción de censura es asunto serio, al tiempo que emplaza al PP al que tiende la mano: serán socios ineludibles

Ramón Tamames junto a Santiago Abascal ayer en el Congreso. E.P.

Ramón Tamames, candidato imposible, no ocupó y preocupó ayer y no lo hará hoy en el Congreso de los Diputados. El nonagenario catedrático de Economía es el hilo conductor con el que Vox ajusta el diseño de la futura colaboración con el PP. De eso va la cuestión, de dejar apañada por dónde discurrirá la futura colaboración de Santiago Abascal con Alberto Núñez Feijóo allí donde pueda establecerse; en último término, de permitirlo el resultado que se dé en las elecciones generales con las que concluirá el año, cómo se formará el gobierno de coalición de PP y Vox. No otra cosa es lo que ha sido puesto sobre la mesa por la extrema derecha con la manifiesta, explícita, incomodidad del PP, que, al tiempo que afirma estar contra la moción de censura, se abstendrá cuando hoy se vote. ¿Si se está en contra, a qué diantres viene quedarse al margen? Es lo concerniente al campo de la derecha. En el de la izquierda, la incomodidad la siente profundamente Podemos, partido al que Pablo Iglesias asilvestra con prisas y sin pausas, al colegir que queda relegado en la irrelevancia; el presidente Sánchez y la vicepresidenta Díaz, presuntos beneficiarios de la moción de censura, la entienden como la de su mutuo relanzamiento. Está por verse si será así o solo flor de un día. En el convulso ciclo electoral en ciernes todo es posible, hasta el punto de que cuando concluya, el ausente, pero presente (así se referían los camaradas al fundador de la fascista Falange, José Antonio Primo de Rivera), Feijóo se encarame a la presidencia del Gobierno. Estamos en que la moción de censura pilla a contrapié a la derecha que pugna para que se la perciba como solitaria alternativa. No es así. Lo sabe. Tendrá que arreglarse con Vox llegado el caso. No se ha de dar por hecho antes de que se vea su inevitabilidad, que es lo que las izquierdas desean que quede sentado, diáfano, cuando hoy se vote la moción de censura. En ello se empeñan tanto Sánchez como Díaz, socios tan inevitables, como lo serán Feijóo y Abascal. 

Lo expuesto hace que la moción de censura pueda ser aquilatada en la importancia que tiene. Será estrambótica, payasada, chapuza, fuera de lugar, inoportuna. Lo que se desee que sea. Pero, además de iniciativa constitucional e insoslayable, adquiere la relevancia que le otorga haberse dilucidado cuando entramos en tiempo electoral, donde nada se sustrae de los comicios de mayo, en los que autonomías y ayuntamientos nos dirán cómo están las fuerzas políticas, además de disputarse poder territorial y local considerable, y aparejarse ante las elecciones generales, que unos y otros anuncian como las más trascendentes desde las lejanas que el 15 de junio de 1977 devinieron en Constituyentes.

Sabemos de los réditos que se da por seguro que de la moción de censura obtienen Pedro Sánchez y, a su rebufo, Yolanda Díaz, en vísperas de presentar Sumar; qué gana el silente Feijóo, cuáles serán los dividendos que sacará de su llamativa ausencia, de la intervención de su propia, Cuca Gamarra, a lo que le da lo mismo tanto Feijóo como Casado. Las ausencias en ocasiones son rentables; en otras inocuas, también las hay perjudiciales, y esa es la que gravita sobre el presidente del PP, pues la decisión de abstenerse, además de ofrecer dificultades para ser explicada, hace que se perciba a la derecha conservadora tradicional como la que no está ni se la espera. Feijóo parece aguardar a que la presidencia del Gobierno le llegue por designio divino, tal como le cayó a Mariano Rajoy, que solo tuvo que esperar al suicidio en directo de José Luis Rodríguez Zapatero, al que los poderes internacionales, incluido los norteamericanos y los chinos, le obligaron a hacer lo que hizo le costase lo que le costase, cosa que reconoció sin ambages. Pedro Sánchez está hecho de aleación muy diferente. La indolencia de Rajoy, heredada por Feijóo, no es lo que se requiere en el momento presente para desplazar al presidente del Gobierno. A Sánchez hay que brearlo a conciencia. Sigue sin saberse si Feijóo es el adecuado. 

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