Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Eduardo Jordà

‘Blonde’

Leo que la película Blonde ha sido un fracaso de audiencia en Netflix. No me extraña: intenté verla el otro día pero no pude pasar de la primera media hora. La pobre Ana de Armas -y miren que es una actriz estupenda- tenía que expresar todos los matices posibles del sufrimiento interpretando a Marilyn Monroe. Que yo recuerde, en Blonde no se veía reír a Marilyn/Ana de Armas en una sola escena. Ni siquiera mostraba una sonrisa irónica o una mirada burlona o un gesto que trasmitiera un mínimo de esperanza. No, nunca. El registro expresivo de la Marilyn Monroe que aparecía en pantalla era únicamente el marcado por el sufrimiento, la soledad, la humillación y la desolación humana. Todo era negrura, abismo, desesperación. Y llegaba un momento en que el espectador, desesperado, no podía soportarlo más.

Sí, ya lo sabemos, la vida de Marilyn Monroe fue muy triste. La violaron, la humillaron, la engañaron. Se aprovecharon de ella, se rieron de ella. Todo eso es indiscutible, claro que sí. Pero si nos fijamos en sus películas, lo que asoma en los papeles de Marilyn Monroe es una portentosa capacidad de resistencia y de humor. Y bajo el disfraz de rubia idiota, bajo la imagen de la chica bobalicona que sólo sabía mover el trasero, lo que revelan sus películas es una ironía y una inteligencia a prueba de bombas. Esté donde esté, haga lo que haga, en los papeles de Marilyn siempre se ve a una persona que es capaz de burlarse con una sola mirada o un solo gesto de todos los tipos babosos que le están mirando el trasero. Puede que Marilyn fuera frágil -y claro que lo era-, puede que fuera una mujer herida en lo más íntimo por una infancia desastrosa y por una larga cadena de humillaciones y fracasos personales, pero la veías en pantalla y era una mirada que lo atrapaba todo y que parecía capaz de reírse de todo.

En una de sus primeras películas, Eva al desnudo, Marilyn interpretaba a una joven actriz que acababa de llegar a Hollywood en busca de un papel (es decir, hacía de ella misma). George Sanders -que interpretaba a un cínico crítico teatral- se la presentaba en una fiesta de actores y productores de Hollywood a la gran estrella Margo Channing (la gran Bette Davis). George Sanders y Marilyn subían por la escalera y se encontraban con Bette Davis en medio de la fiesta. Sanders se hacía a un lado, señalaba a Marilyn y decía: «Miss Casswell es actriz. Se graduó en la Escuela de Arte de Copacabana». Por supuesto que Sanders se burlaba de Marilyn igual que se habían burlado de ella docenas de productores y representantes del mundillo artístico de Hollywood. Para ellos, Marilyn sólo era un apetecible pedazo de carne. ¡La Escuela de Arte de Copacabana! Pero Marilyn, en la pantalla, no se dejaba avasallar por aquella humillación pública. Era tan buena actriz que sonreía de una forma que parecía aceptar humildemente la burla, aunque al mismo tiempo dejaba traslucir una verdad incuestionable: «Sí, sí, reíros de mí y de la Escuela de Arte de Copacabana. Pero me gustaría ver lo que habríais hecho si hubierais tenido que vivir lo mismo que he vivido yo. ¿Cómo habrías salido de ahí, eh? ¿Cómo habríais salido?» Y eso lo decía con una sonrisa apenas esbozada y un levo centelleo en los ojos. Nada más. Hay que ser un genio de la interpretación para lograr algo así. Y Marilyn lo lograba.

Y en cambio, nada de eso se ve en Blonde. Ni un ápice de humor ni de ironía ni de la enorme inteligencia de Marilyn se percibe en esa película que pretende -¿pretende?- homenajearla y defenderla y rescatarla de su larga cadena de afrentas y humillaciones y desprecios. Y habría que preguntarse por qué es así, por qué se ha elegido mostrar una parte deliberadamente parcial y engañosa de la personalidad de Marilyn. Pero entonces aparece la ideología, la temible ideología, y entonces lo entendemos todo. Hay que mostrar a Marilyn como la víctima -que lo fue, claro-, pero una víctima privada por completo de recursos, una víctima pasiva, indefensa, inofensiva e inerme. Una mujer sin recursos ni inteligencia ni capacidad de decidir por sí misma. Una mujer que no parece saber lo que le ocurre ni muestra ningún recurso para gobernar su vida. Una víctima, ni más ni menos, a la espera de alguien que la rescatase. Y ese alguien, por supuesto, no llegó nunca.

Si los autores de Blonde querían hacerle un homenaje a Marilyn, lo que han hecho con esta película ha sido perpetuar su imagen de mujer histérica, tontorrona e insoportable. Si querían convertirla en un icono feminista -sea eso lo que sea-, lo único que han conseguido es hacer de ella un personaje pasivo y atolondrado e insignificante, igual que los papeles que tuvo que representar a lo largo de su carrera. Pobre Marilyn.

Compartir el artículo

stats