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José María de Loma

Senadora y expresidenta de la junta de Andalucía

Jose María de Loma

Limón & vinagre | Susana Díaz: La tertuliana expectante

La expresidenta de la Junta de Andalucía y actual senadora del PSOE, Susana Díaz. Eduardo Briones / E.P.

Está feliz en las tertulias, ríe con facilidad, comenta distendida los más variados asuntos. Pero más feliz está dando un mitin. Susana Díaz ha vuelto. Después de dos años y medio de ausencia en convocatorias de su partido, la senadora y expresidenta de la Junta de Andalucía intervino en un acto socialista de precampaña en Villanueva del Rosario, un pequeño municipio del interior de la provincia de Málaga. No es la única agrupación que ha solicitado sus servicios, conscientes del tirón que aún tiene en ciertas partes de Andalucía, en un sector grande del PSOE.

Su retorno, no aislado, ya que mitineará en otros pueblos de Málaga, Sevilla o Almería, ha levantado expectativas. Y ampollas y recelos. María Jesús Montero, ministra y vicesecretaria federal del PSOE -que, por cierto, cada vez se prodiga más y más por Andalucía- quitó hierro, quitó susaneo, al asunto: «Todo el mundo suma». Ella, Díaz, desalentó segundas lecturas sobre su vuelta: «Voy porque me han llamado pero no quiero líos».

Pero la debilidad cierta de Juan Espadas, secretario regional de los socialistas, la fuerte vocación política de Susana Díaz y los muchos partidarios que conserva, aconsejan no tomar el mitin de Villanueva del Rosario como un caso aislado. Díaz conoce el partido a la perfección y sabe nombres, vidas y hacienda del último secretario de organización de la última agrupación de cualquier villorrio andaluz.

No es que controle los resortes, si los controlara no habría perdido las primarias frente a Espadas, pero su gusanillo político no merece tal diminutivo, su ambición está intacta, sus ganas de venganza (o, mejor, de revancha) permanecen y si en las municipales el PSOE andaluz, y en las generales, se hunde o no cumple expectativas, muchos ojos se volverían hacia ella. Incluso esos ojos que bizqueaban de gusto con promesas de Espada y que no dudaron en traicionarla. En no pocas provincias andaluzas, la dirección del partido es fruto de un pacto entre los afines a Díaz y los renovadores o espadistas.

Susana Díaz vuelve como vuelve la manga corta ahora que la primavera se insinúa, vuelve pensando que ha pasado su purgatorio, su ostracismo y su castigo. Un ostracismo que ha procurado, aceptando ofertas televisivas, que no sea una desaparición. La política perdió a una purasangre pero el tertulianismo ganó a una comentarista fresca y mucho menos sectaria de lo que fue cuando tenía poder político. Díaz, que si no se implica más en la campaña de las municipales es porque tiene a su padre, por el que siente devoción, enfermo, exhibe dos heridas. Dos primarias. La que perdió con Sánchez y la que perdió con Espadas. La primera cicatrizó. La segunda se la recuerdan para bien o para mal aunque ella no quiera. Díaz aprovecha bien sus días en la corte madrileña, como senadora, cultiva algunas relaciones, zascandilea, se deja ver en según qué sitios y foros mientras va sumando hitos a su currículo para que este no pare abruptamente en «perdió la Junta de Andalucía para el PSOE».

A sus 48 años, hija y nieta de fontaneros, sevillana y trianera orgullosa y torremolinense de veraneos, madre y católica, Díaz aguarda su momento pero vive un buen momento. Milita en el PSOE desde los 17 y uno de sus grandes mentores fue José Antonio Griñán. Este le contagió, un poquito, su pasión por el cine y por los libros y hasta le hizo llegar hace muchos años una lista de imprescindibles. Se licenció en Derecho con calma y salvo ahora por los emolumentos televisivos no conoce lo que es una nómina privada. Rosario de cargos, los pasillos de las agrupaciones como verdadera universidad. Es sagaz y dicharachera, sabe cambiar el registro según el interlocutor y tal vez haya comprendido que ese marujeo impostado para gustar a todo el mundo no gusta a todo el mundo.

No sabemos si ha ido a la RAE a pedir que borren del diccionario la palabra primarias o si es de las que piensan (siendo ella dos veces vencida) que a la tercera va la vencida. Seguramente le gustarán más las aclamaciones que las votaciones, sobre todo porque sí hubo un momento en que su figura presentó trazas de idolatría. Si Pedro Sánchez a final de año retuviera el Gobierno volverían las claras golondrinas a sugerir su nombre para un ministerio. Tal vez. Susana Díaz tiene una capacidad política que supera a la de la mayoría de los que rodean a Sánchez. Aunque en política no se trata de ser el mejor. A veces basta con tener menos soberbia.

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