Hace decenios que participamos en el 8 de marzo. Aprendimos que el movimiento feminista es el espacio de todas las que luchamos contra las discriminaciones, subordinaciones y explotaciones por razón de sexo. En este movimiento hemos convivido grupos de diferentes tendencias, integrados por mujeres heteros, bisexuales, lesbianas y transexuales unidas por la conciencia feminista, reconociéndonos tanto en nuestra diversidad como en nuestras comunes opresiones. Juntas organizábamos las manifestaciones, siempre unitarias. Este año, por primera vez en Mallorca, hemos ido separadas. No estamos «divididas», es que estamos enfrentadas.

Pero la inmensa mayoría de las feministas coincidimos en el 98% de las reivindicaciones y lo demuestra las consignas que gritábamos en ambas convocatorias: la lucha contra la precariedad laboral, la brecha salarial, la doble y triple jornada, la violencia machista fuera y dentro de la pareja, las agresiones sexuales, hartas de escuchar que las amas de casa no trabajan, el techo de cristal, la reivindicación de aquellas que nos han precedido y nos han abierto camino. También gritábamos contra los roles de género que nos impone el Patriarcado, el tener que ser guapas, delgadas, serviciales y sumisas.

Desde 2015 al 2020, millones de mujeres se unieron al Feminismo mundial, al grito de Estamos Hartas; en todos los continentes retamos al sistema patriarcal y ultracapitalista que nos explota y oprime. Solo la covid pudo parar nuestra presencia en las calles.

Entonces, la pregunta es: ¿por qué nos hemos enfrentado? Y lo más importante, ¿a quién beneficia todo esto? No puede ser casualidad una ruptura tan abrupta en este tiempo de gran auge feminista; no podemos ser ingenuas.

Está claro que el Poder se asustó, y el machismo se sintió señalado, reaccionando con contundencia. Nos insultan sin descanso y niegan hasta lo más obvio, las violencias que sufrimos. Pero, inesperadamente, el desgarro vino desde dentro. El Feminismo lucha contra las opresiones y subordinaciones de todas las mujeres, pero el movimiento feminista está integrado por feministas, no por todas las mujeres, pues las hay que son racistas, o ultraderechistas, o machistas (sí, hay mujeres machistas). Así que las mujeres transexuales que son feministas han estado y están en el movimiento. Aquellas transexuales que no son feministas tienen un poderoso y combativo movimiento social propio, el LGTBI.

Por más que se repita una mentira ésta no se convierte en verdad y la verdad es que la inmensa mayoría de las feministas defendemos los derechos de las mujeres transexuales y reconocemos las violencias que sufren, desde luego ADIBS es de estas. También defendemos que el sujeto político del Feminismo somos las mujeres biológicas que hemos sido socializadas como tales, y que nuestra opresión viene dada no por nacer con una vulva sino por el rol social que nos adjudicaron. Al igual que, por mucho apoyo que las personas de raza blanca den al movimiento antiracista, nadie duda de que las personas racializadas son el sujeto político de dicho movimiento, o que el LGTBI lo es de las personas con orientación o identidad de género no hegemónico.

¿Por qué las transfeministas han decidido separarse? La única norma en las manifestaciones del 8M desde 1975 es que haya un bloque Solo mujeres en la cabecera. El año pasado, un pequeño grupo de mujeres y hombres trans se situaron en ese bloque. Les sugerimos que, o bien se quedaban allá solo las mujeres, o bien se fuesen todxs al bloque mixto; pero se negaron y allá se mantuvieron todo el trayecto, cuestionando a la organización. Y desde entonces insisten en que el 8M no es lugar seguro para ellas y nos acusan de tránsfobas.

Sabemos que es una pugna global, pero en nuestro país se agrava por cuestiones partidistas, y porque partidos como Més, PSOE, PODEMOS o la CUP se están enfrentando para contar con «áreas de influencia» en el movimiento feminista. Que no nos dejemos meter en sus trincheras sería muy deseable.

No nos creemos que hay argumentos ideológicos de peso para no poder manifestarnos juntas, estamos de acuerdo como poco en el 98% de nuestras luchas. Somos una alternativa clara contra este sistema patriarcal y ultracapitalista que nos lleva a la destrucción como humanidad, como bien nos recuerda el Ecofeminismo. Las feministas no somos las enemigas de las transexuales, es la ultraderecha la que nos tiene en su punto de mira a unas y a otras. Lo grave es que se resalte lo poco que nos separa en vez de lo mucho que nos une y que intenten enemistar a estos dos movimientos sociales. Deseamos de corazón que el próximo año vayamos unidas mostrando la riqueza y variedad del movimiento feminista.