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Matías Vallés

El PP usa la corrupción del PSOE y viceversa

La descripción de los hechos ha sido sustituida por una relación de sus impactos, como si el saqueo de fondos públicos debiera ocultarse para no contribuir a las expectativas del rival

El titular anticuado por predigital rezaba que «Se ha descubierto un nuevo caso de corrupción del PSOE», o del PP porque ambos partidos se prodigan en la compraventa de políticos. Por fortuna, la era de las inteligencia artificial que encarrila a los humanos hacia la singularidad de ser superados por las máquinas de pensar, también conlleva una alteración del enfoque de las noticias.

El titular dominante hoy sería «El PP utiliza el nuevo caso de corrupción del PSOE para acabar con el Gobierno», o viceversa en aras de la equidistancia. Es decir, se omite la esencia de lo ocurrido para sustituirlo por unos efectos sonrojantes en cuanto evidentes, a Baudrillard le fascinaría esta deglución del acontecimiento por su observador. En un incendio pavoroso, las cámaras ya no apuntan al fuego, sino a los espectadores de la llamarada.

El aprovechamiento del caso Mediador por el PP antecede a la narración pormenorizada del escándalo. La austera descripción de los hechos que caracterizaba al periodismo felizmente enterrado, ha sido sustituida por una enumeración exhaustiva de sus impactos, como si el saqueo de fondos públicos debiera ocultarse para no contribuir a las expectativas del rival. El mundo se divide en crímenes absolutos que no admiten una mínima matización, a menudo cometidos por seres humanos sin protección económica, y en delitos que deben relativizarse desde su propia concepción para no irritar a las iglesias políticas dominantes.

La ocultación del núcleo, para andarse por las ramas agitadas por los espectadores, no solo tiene como objetivo tranquilizar a la feligresía del partido damnificado. También actúa al estilo vigilante de 1984, como una insinuación sobre la alta traición en la que incurren quienes todavía piensan que un caso de corrupción pertenece al partido que lo protagoniza. En esta lógica de la fidelidad a machamartillo, los magistrados progresistas del Tribunal Supremo que condenaron a altos cargos del PSOE por el secuestro de un ciudadano pasarían de intachables a fementidos, puesto que desoyeron el impulso que su sentencia suponía para el PP.

La verdad puede esperar. El tribalismo no es la causa única de la metanarrativa que centra un escándalo en su aprovechamiento, antes que en su autoría. La distorsión también mide la desconfianza creciente en el papel del periodista, que debe modular sus convicciones fácticas a gusto del receptor. La valoración de la foto de un cargo político esnifando cocaína no depende de quién la paga, sino del partido en que milita el consumidor. Con un giro más de tuerca, puede disculparse como un tratamiento curativo, la caridad corrupta.

La sustitución de los hechos por el efecto óptico de que al difundirlos se ayuda al enemigo es peor que un fake, es una obviedad. Distorsionar la atención es una forma banal de relativizar los delitos que puedan haberse cometido, quedan anulados por el retorno de la verdad trascendente que ha de protegerse a toda costa. Este enmascaramiento es una pretensión lógica de los spin doctors del poder, la novedad es que ahora se abraza como un libro de estilo periodístico. Quieren castigarnos por nuestros crímenes, es intolerable. Si la añagaza prospera, ni siquiera se necesita corregir los comportamientos o mostrar una sombra de arrepentimiento. Basta con recordar los peligros desviacionistas, un regreso al marxismo por el camino más largo.

La sustitución informativa de la corrupción por su mercantilización interesada a cargo del rival prohíbe incluso detenerse en la limitada enjundia del escándalo. En un futuro más cercano de lo que parece, quedará cancelada la mención de cualquier posible error. Solo electrones libres despistados como un juez de provincias irrumpen de forma inesperada en la pax ideológica, y revuelven el gallinero. Se les neutraliza mediante el procedimiento habitual, señalando los errores que les degradan a seres humanos corrientes y molientes. Cómo se atreven.

El criterio periodístico ha sucumbido. Cacarear con gran despliegue tipográfico que «El PP/PSOE pretende beneficiarse del escándalo del PSOE/PP» infantiliza a los receptores del mensaje, por no hablar de su número decreciente ante la obviedad. El diálogo siempre tenso entre la prensa y su público queda sustituido por la papilla de influencer, un blablablá sin contenido vitamínico de locutor de continuidad. Ya que se habla aquí de juzgar las noticias solo por sus efectos, el más inmediato es el contagio a una audiencia que ve mermada su capacidad de interpretación. Se habla tanto de la disolución del Gobierno, que se olvida la liquidación de la comunidad informativa.

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