Hoy es ocho de marzo y, como en todos los anteriores, volvemos a conmemorar el largo camino recorrido por los movimientos de mujeres en su lucha por la emancipación y por la construcción de un mundo en el que todas las personas tengan una vida que merezca la pena vivir, independientemente de su género, clase, raza, capacidad, orientación sexual o identidad de género.

La realidad se ha transformado mucho desde que, en 2018, la huelga feminista demostrara que sin nosotras se para el mundo y la digna rabia nos lanzase a las calles para reclamarle a la justicia patriarcal que cuando cinco hombres te meten en un portal contra tu voluntad y te agreden sexualmente, no es abuso, es violación. Podemos, y debemos, decir con orgullo que el movimiento feminista sacó de las sombras la realidad invisibilizada de todas las mujeres y obligó a la sociedad a mirarla de frente y a trabajar para cambiarla.

Llegamos a este 8M habiendo aprobado tres leyes feministas en esta legislatura que transforman radicalmente la estructura de protección y garantía de derechos de las mujeres. La Ley ‘Solo sí es sí’ garantiza una atención y acompañamiento integral a todas las víctimas de violencia sexual y pone el consentimiento en el centro de nuestro código penal para que nunca más una mujer tenga que escuchar a un juez preguntarle si cerró bien las piernas para probar que se resistió. La Nueva Ley del Aborto blinda el derecho a la interrupción voluntaria del embarazo en la sanidad pública y revoluciona la legislación en materia de educación sexual integral y garantía pública de anticonceptivos y productos menstruales. Y también es una ley feminista la Ley Trans y de Derechos LGBTI+, que asegura la garantía del derecho a la felicidad y a la autodeterminación de todas las personas para poder desarrollar sus proyectos de vida en libertad, para ser quienes son sin miedo. Además, hemos logrado también la ratificación del convenio 189 de la OIT, que garantiza los derechos laborales históricamente negados a las trabajadoras del hogar. Se han llevado a cabo políticas pioneras para la conciliación y la corresponsabilidad en los cuidados, se ha subido el SMI y se ha puesto sobre la mesa la diversidad de familias que existe en nuestra sociedad desde una mirada feminista que trata de proteger a las mujeres que crían solas y a las familias LGBT.

Sin embargo, en estas últimas semanas hemos vuelto a ver como ninguna conquista debe darse nunca por garantizada. Hoy más que nunca el feminismo tiene sentido. Los derechos conquistados por la Ley ‘Solo sí es sí’ peligran por culpa de una internacional reaccionaria y de la falta de valentía política de partidos que se dicen feministas. Las feministas - y los feministas- debemos recordarle en las calles a todo el que esté mirando que somos muchas más y que no vamos a permitir que nos arrebaten los derechos que tanto nos ha costado conseguir.

Toca seguir avanzando, pero también cuidando y protegiendo lo logrado. Este 8M más que nunca toca gritar alto y fuerte: «Hermana, yo sí te creo» y «no es abuso, es violación». Hacer memoria para no olvidar, hacer memoria para recordar a todo el mundo que cada avance tiene siempre una reacción y que conquistar derechos nunca fue fácil. Eso nos enseñaron las que fueron, eso tenemos que enseñar a las que serán. Por un feminismo para todas.