Diario de Mallorca

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Alex Volney

En el corazón de las tinieblas

Es donde realmente nace la vida. En la profunda espesura, hoy, desde allí arriba actualmente se contempla como se extienden las luces de la ciudad, como brasas incandescentes sobretodo las noches de tramuntana, de aire transparente hasta el límite, noches de una intensidad diversificada creando un tapiz que desde los contrafuertes de este lado de la Serra , en los montes de s’Estremera y Baix des Puig, ofrecen un panorama impresionante. Son los mismos dominios de la Milana Reial (Milvus milvus) y de muchas otras rapaces. Otro tiempo, también, de humanos carroñeros y otras alimañas.

De las faldas de estas redondeadas montañas, en sus comienzos, se van sucediendo directamente sobre los campos de algarrobos y de almendros unos característicos terrenos de ondulada orografía que van diversificando el paisaje según la vegetación. Los torrentes y los pavimentos hoy se han ido sucediendo entre carreteras y autovías que todavía no han impedido que se pueda apreciar la ondulación que se va extendiendo hasta el llano que precede al mar. La contaminación lumínica es ya irreversible a la vez que comprobamos la expansión de esas brasas que de noche componen la gran ciudad de Palma, el panorama sigue siendo un espectáculo absoluto.

Entre Santa Maria y Bunyola, y recorriendo el bosque más extenso de Balears, Sa Comuna, un padre y un hijo tuvieron ese límite (a la vez que punto de referencia al sur), Baix des Puig, este mismo lugar donde muy acertadamente el 2017 se colocó una roca con su modesto homenaje. Desde aquí cruzaba el más joven para hacer alguna incursión en Ciutat y mimetizarse en busca de la ayuda necesaria para, algún día, poder salir por mar hacia el exilio. Decisión que sería tomada al comprobar como los aliados se dejarían a Franco en el tintero de la historia democrática europea. La historia de estos antifascistas de nuestras montañas la ha dejado muy bien divulgada y documentada el Sr. Mateu Morro en su libro Els norats. 1936-1949 Illa edicions. El relato de dos hombres, padre e hijo, que caminaron por los campos y los montes, por los cerros y por las cuevas, muchas veces separados medio centenar de metros el uno del otro. Iban cambiando de localización casi cada día. Vieja chaqueta de pana y escopeta al hombro, nunca se achantaron ante nadie. Eran fugitivos que no agacharon nunca la cabeza ante los fascistas que se habían impuesto de forma ilegal y por las armas. Nos referimos a la montaña de 1936 y a un gran trabajo de este autor que a parte de investigar y enriquecer su memoria ( y en otro tiempo dedicarse a la política más transversal desde posiciones muy comprometidas) es a parte de las personas que más conocen la zona uno de los autores más interesantes a la hora de recrear relatos ya sean verídicos o del mundo de las leyendas y los mitos del mismo entorno.

De Honorat Tries (padre) y Jaume Tries (hijo) muy poco se hablaba pero todo el mundo sabía que ahí estaban. Recibieron el clandestino apoyo de gente del campo y de la Serra y pudieron ir tirando y alargando sus pasos hasta Escorca o incluso Calvià, para conseguir el año 1949 salir por mar hacia el «anhelado» exilio permaneciendo escondidos trece años en el bosque. Una historia bien real de dos antifascistas modélicos. Hace una veintena de años pasó por la librería un hombre mayor que había vivido en Cas Bergantet, fabuloso lugar que precede a la Cometa d’en Buscante, y en su recuerdo infantil persevera la presencia dels Norats las más crudas noches de invierno, de lluvias, frío y viento. Desde la cama había oído el alboroto en el gallinero, la primera vez el susto era tremendo, cuando repetían nadie nunca movía un dedo y era otra forma de echar un cable. Cazaban o sobrevivían con muy poco, gente muy culta en la ciencia de la tierra y en supervivencia en la naturaleza. Cuando los apretaban o se veían forzados a subir mucho o a esconderse de forma que no los intuyeran ni en el rastro, en los momentos más delicados y en los meses de más calor, debían asegurar el agua de las maneras más arriesgadas. La Comuna de Bunyola carece de torrentes o de fuentes y es en los más recónditos paisajes donde se podía aliviar, de vez en cuando, la sed. Duros extremos los situaron una vez entre Sa Font Seca y Son Térmens bien a punto de morir ahogados por el agua en un muy complicado escondite, para en otras ocasiones arriesgarse a ser localizados por las duras horas pasadas en plena canícula sin el preciado tesoro de vida. Incluso alguna vez toparon con algún uniformado perseguidor a quién apuntaron sin contemplaciones y advirtieron que si al bajar daba aviso irían a por él. Jugaron fuerte, muy fuerte, y a pesar del desgarro de vida que siguieron, no fueron nunca sometidos por el régimen golpista.

En las ocasiones que era tan necesario hidratarse, y en las épocas sin lluvias, de los pocos lugares donde podían encontrar agua conocían un fabuloso y casi mágico rincón: Sa Cova de S’ Aigo, lugar que los devolvió a la vida con una de las mejores aguas de nuestras calcáreas. Un modesto depósito natural de helada y delgada corriente en las mismas entrañas de nuestra Serra donde en no pocas ocasiones encontraron la salvación. Un lugar, entonces, poco conocido por el público en un mundo muy diferente al nuestro pero que por suerte, hoy, sigue siendo relativamente deshabitado. Por muy poco no entra en el término de Sta.María este hermoso tramo de vida que se sitúa en el extenso terme de Bunyola asomándose a levante desde la boca de la cavidad y al sur en los límites de la demarcación.

Tienen ahí un gran libro para una conmovedora historia de dos ejemplos de superación y la excusa de compartir con ustedes dos imágenes de gran belleza por su valor y significado. Quedan, todavía, algunas personas vivas que los recuerdan o estuvieron muy cerca de ellos. Algunas siguen prefiriendo el anonimato, supieron estar cuando más los necesitaban y no quieren ningún tipo de reconocimiento por el más normal y humano de los comportamientos. La guerra incivil fue un desastre humanitario sin precedentes y en algunos detalles, o episodios, no fue aún peor gracias a que, muy a pesar de todo, se conservaba el auténtico significado de cada palabra. Vida. Amistad. Lealtad. Muchas de las expresiones de ayer hoy son desvirtuadas en su definición.

En esos campos, esas cárcavas, caminos por desfiladeros o cerros empinados. Cruces de caminos en la noche o en las oscuras y frías madrugadas de invierno siempre aparecían personas preparadas para llenar el todo y la nada de significado. Sí. Esa era la auténtica gente de bien. En el corazón de las tinieblas, en medio de la más espesa oscuridad, centelleaba el más frágil hilo de vida al antojo de la gravedad.

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