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Albert Soler

Futbolista

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Limón & vinagre | Sergio Ramos: Nadie le echa, se va porque quiere

Sergio Ramos, en una foto de un partido de la selección. EFE

Tengo un vecino a quien dejó su mujer. La esposa se largó de casa y no supo más de ella, lo de ir a por tabaco y no volver es uno de los primeros hitos en igualdad que consiguieron las feministas. Al cabo de los años, cuando la mujer ya había rehecho su vida en otra ciudad, se había casado y tenía cinco hijos, mi vecino juraba aún que, el día que regresara arrepentida, le iba a cerrar la puerta en las narices, menudo era él. Sergio Ramos es como mi vecino y, después de que el anterior seleccionador no quisiera saber nada de convocar a un defensa en el ocaso de su carrera y de que el actual tampoco cuente con él, anuncia que deja la selección. Lo cual viene a ser como si mi vecino me anunciara mañana que ha decidido no volver con su mujer.

Decisiones como la de Sergio Ramos de renunciar a representar a su amada nación son muy valientes. Tanto como la mía de renunciar a participar en Eurovisión, o la de mi señora de rechazar la estrella Michelin, que sus dotes culinarias van parejas a las mías musicales. No es mi primera renuncia, hace años decidí dejar de peinarme, lo cual, a un minuto diario, me ha permitido ahorrar con el paso del tiempo unas 150 horas de tiempo, por no contar el dinero ahorrado en peluquería, peines, champús y afeites variados. Bien es cierto que la pérdida del cabello me ayudó en tal decisión, pero no más de lo que a Sergio Ramos le ha ayudado ser ignorado por los seleccionadores.

En España se acepta con naturalidad que cualquiera renuncie a la selección, de fútbol o de lo que sea, siempre que no sea por motivos políticos. Uno puede renunciar por cuestiones de edad, de no encontrarse suficientemente motivado, de preferir reservarse para otras competiciones o de estar deprimido. Hasta cabe la opción de no dar explicación alguna. Pero ay de quien rehúse vestir la camiseta nacional por no sentirse representado por ella -podría ser el caso de un nacionalista o de un anarquista-, porque será carne de cañón para los restos, y más en los tiempos que corren. Por fortuna para él, no es el caso de Ramos, tan español de bien que incluso le gustan los toros.

Es una suerte que, a sus casi 37 años, Ramos se haya acordado de rehusar ser convocado por la selección española. Hay jugadores a quienes se les olvida dar ese paso y su vida se convierte en un infierno. Imaginen lo que significaría para Ramos estar dentro de unos años en casa y, en lugar de pasar el tiempo jugando con sus nietecitos, tener que estar pendiente de la convocatoria para el mundial de 2062, probablemente en la Antártida, a ver si el nuevo míster ha pensado en él para reforzar la zaga.

Es como si el nieto le pregunta: «Abuelo, cuéntame otra vez lo de aquel penalti que lanzaste contra el Bayern de Múnich, tan fuerte y alto que el balón salió de Bernabéu». Y él le responde: «Cállate niño, que estoy viendo los deportes en la tele. Me parece que esta vez me convocan».

Ramos, su fama de persona inteligente no es gratuita, se ha asegurado una vejez tranquila, sin tener que estar atento a las veleidades de la federación y sus empleados. Ello le va a permitir visitar museos, que es otra de sus pasiones conocidas. No para admirar las obras expuestas, que eso lo puede hacer cualquiera, sino para disfrazarse de ciego cantor de coplas y, con sombrero y gafas oscuras que no se quita ni en el interior, tomarse fotos haciendo muecas al lado de las esculturas y pinturas, como haría un niño de primaria soltado a su libre albedrío.

Eso es lo que el futbolista metido a erudito del arte hizo en el Museo Dalí de París y es de esperar que, gozando ahora de más tiempo libre, repita actuación en otros museos de la capital francesa como el Pompidou o el Louvre. Colgar una foto en Instagram sacando la lengua al lado de la Gioconda o subido a hombros de la Venus de Milo es una de las máximas aspiraciones de un montón de quinceañeros del mundo y de Sergio Ramos. Temo que no va a ser tan fácil que renuncie a eso como a la selección. Por suerte para él, su proverbial conocimiento del arte antiguo puede serle de ayuda si algún guarda quisquilloso le llama la atención.

A Sergio Ramos no le basta con tomarse fotos haciendo el memo junto a obras artísticas, su amor por el arte va mucho más allá. Se dice que posee una cuenta oculta de Instagram donde expone sus propias creaciones, esperando a que alguien descubra su talento. No ha renunciado todavía a ser seleccionado entre los grandes pintores de todos los tiempos.

Será que confía más en sus dotes pictóricas que en las futbolísticas.

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