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Miquel Àngel Lladó Ribas

Tiempo de borrones

El «borrado de las mujeres». ¿Suena mal, verdad? Ese es uno de los argumentos que la díscola senadora del PSOE, Susanna Moll, esgrimió para votar en contra de la denominada Ley Trans, siguiendo así el ejemplo de la exvicepresidenta del Gobierno Carmen Calvo, que también rompió la disciplina de partido al votarse esa misma ley en el Congreso de los Diputados. Argumenta la senadora que esta ley hará posible que hombres que dicen ser mujeres puedan ocupar el espacio de éstas mediante una simple declaración de voluntad, desplazándolas así de lugares que tradicionalmente y por sus características se han considerado feminizados, produciéndose -afirma Moll- la consiguiente inseguridad para las mujeres.

Me cuesta entender cómo un partido de fuerte y arraigada tradición feminista, bajo cuyos gobiernos se han aprobado normas tan importantes como la Ley Orgánica 3/2007, de 22 de marzo, para la igualdad efectiva de mujeres y hombres, o la Ley Orgánica 1/2004, de 28 de diciembre, de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género, se ha prestado a semejante despropósito. Me imagino que ese es el peaje que hay que pagar para mantener la coalición de gobierno y tratar de evitar así el avance de la ultraderecha y sus tesis negacionistas en lo que respecta al asedio y la violencia que padecen muchas mujeres, mal que les pese. Pero me pregunto si una ley como ésta, con todo lo que conlleva de indefinición en lo que respecta a la división de sexos comúnmente aceptada -al menos hasta ahora- no conllevará también elevadas dosis de incertidumbre y desigualdad en lo que respecta a la garantía de los derechos de las mujeres que tanta lucha y sufrimiento han comportado.

Pero vivimos tiempos de ‘borrones’, de revisiones a mi juicio absurdas sobre cuestiones sobre las que hasta hace poco existía un amplio consenso. Porque una cosa es el respeto debido a las minorías y/o a las formas de ser o de sentir de cada persona -algo que es independiente del sexo biológico, a mi juicio- y otra muy distinta la promulgación de leyes o normas que contravienen el más elemental sentido de la prudencia. A veces uno tiene la sensación de que estamos en una especie de dictadura de lo diferente y alternativo, y que el ser lo que ahora se llama ‘binario’, es decir, heterosexual, ya sea hombre o mujer, es algo poco menos que vulgar y despreciable. Evidentemente creo y respeto todas esas formas de sentir o de amar que tanto sufrimiento y desprecio han acarreado a quienes las has sentido en sus carnes a lo largo de la historia, pero insisto, de ahí a negar la mayor, es decir, la convivencia y el reconocimiento de los derechos que tanto ha costado conseguir -entre ellos y, sobre todo, los que conciernen al reconocimiento de las mujeres como sujetos de derecho en igualdad a los hombres- creo que media un trecho.

Hay indudablemente otras formas de ‘borrado’ igualmente preocupantes. Como las que sin ir más lejos afectan a los peatones que tratamos de caminar entre calles y plazas sin miedo a que nos atropelle una bicileta o un patinete. O las de determinadas visiones sobre la necesaria e indiscutible reivindicación de la Memoria histórica, empecinadas en reconocer únicamente a las víctimas de un solo bando, como si aquella guerra fratricida hubiera tenido un solo color y una sola melodía de muerte y sufrimiento. O de los que se empeñan en derribar monumentos que forman parte de nuestro patrimonio atribuyéndoles toda clase de peroratas ideológicas, olvidando a menudo que también fueron erigidos en memoria de otras víctimas, la mayoría de ellas inocentes, pero que según ellos estaban en el bando equivocado.

Lo dijo Àngels Fermoselle en un memorable artículo: Hoy lo revolucionario es el orden. Ese orden que, tal como han argumentado ética e inteligentemente Carmen Calvo y Susanna Moll, permitió que en su momento las mujeres se hicieran visibles en un país donde el machismo era -y continúa siendo, a pesar de esos avances- sencillamente insoportable. No permitamos que nadie nos borre, ni en la identidad, ni en el patrimonio, ni en nuestros derechos como ciudadanos y ciudadanas libres y como tales merecedores de seguridad y protección. Huyamos de ese «borrón y cuenta nueva» que trata de establecer un nuevo orden, si es que se le puede llamar ‘orden’ a tanto despropósito, dejadez y desaguisado.

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