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José María de Loma

Exvicepresidente del comité técnico de árbitros

Jose María de Loma

Limón & vinagre | Enríquez Negreira: Fútbol de pago

José María Enríquez Negreira estuvo en activo desde la temporada 1977/78 hasta la de 1991/92. J. Monfort

El Barcelona pagó siete millones de euros a una empresa de José María Enríquez Negreira cuando este era vicepresidente de los árbitros españoles. Podríamos remontarnos al último año de la presidencia de Josep Lluís Núñez, aquel constructor de lágrima fácil en el palco que hubiera querido ser Pujol y que, pese a hacer de paganini a Negreira, vivió esa época en la que los títulos no llegaban ni a tiros. Ni a billetes. Los pagos los mantuvo Gaspart, al que los Reyes Magos le trajeron la presidencia del club. El más alto forofo que vieron los siglos. Pagó igualmente Joan Laporta, que después de comprobar que ganar una Champion es un objetivo más realista que la independencia, volvió a la casa azulgrana trayendo tras su aventura política más sabiduría. Y más barriga.

También pagó Sandro Rosell y hasta Josep Maria Bartomeu, con más pinta de pagar oculistas que árbitros. Los pagos eran en concepto de asesoría, y así lo defiende la entidad culé. Xavi Hernández, entrenador del Barcelona, ha resumido bien cómo ha caído la cosa entre los profesionales del Camp Nou. Entre los profesionales del balón, no del despacho: «Así no quiero ganar. Si me dicen que puedo ganar con trampas, prefiero irme».

Sin embargo, la sombra de la sospecha es alargada. En el imaginario popular, los equipos siempre intentan untar a los árbitros y los árbitros pasan más hambre que un maestro de escuela, así que el cóctel que propicia el soborno estaba servido. Pero eso ya no es así. Todo se ha profesionalizado, esterilizado y hasta desnatado; los árbitros son menos corruptos y ganan bien y los clubes no emplean estas artimañas. Bueno, se supone. No, mejor dicho, no está nada claro. Cuando Enríquez Negreira declinaba y dejaba cargos arbitrales y negocios, fue su hijo el que se hizo con la empresa de asesoría, asesorando, claro, al Barcelona sobre qué equipos enfrentaba, llevando y trayendo a los colegiados cuando iban por Barcelona, advirtiendo y enredando. No se sabe si verbalmente.

El protagonista de todo esto, Enríquez Negreira (es oír el nombre y sufrir uno una regresión a aquellas tardes largas de domingo y Carrusel) nació en la Barcelona del año 1945 y estuvo en activo desde la temporada 1977/1978 hasta la de 1991/1992. Dirigió más de 130 partidos en Primera División y nueve en competiciones europeas. Conoció también el barro, los insultos y la infamia de aquella Segunda División tenebrosa. Además de la roja y la amarilla, tenía una tarjeta de visita que le abría puertas: una empresa de asesoramiento. Siete kilos le facturó al Barcelona. Por asesoramiento verbal, claro. El mundo es de los ágrafos que cobran por palabras. Nada por escrito. Chollo total. Pico de oro. Largar y cobrar. Que dice su entorno que era un asesoramiento legal y ético. Que dice Hacienda que no tanto. El madridismo opina que al Barcelona no le pitaban un penalti ni por casualidad, o sea, ni por falta en el área.

El barcelonismo está herido en su orgullo (que se lo digan al que suscribe, culé de tres generaciones), pero debería estar airado y presto a colaborar. La entidad evacuó un comunicado con prosa de folleto en el que aseguraba lamentar que todo esto salga coincidiendo con la mejor racha deportiva del club. O sea, no, ahora no, hombre, que estábamos ganando sin Negreiras. También afirmaban que estaban dispuestos a denunciar a quien estropeara la imagen del club. O sea, a seguir malgastando dinero. Curioso verbo, estropear. Además, enmarcaba los pagos en un asesoramiento deportivo que ahora realiza otra persona. En total, un «a mí qué me cuentas» del pasado con retórica de ofendidito.

El entorno de Negreira se defiende y nadie sabe si era autor de trabajadísimos informes técnicos (verbales, eh) o un charlatán. Lo mismo estamos ante un sacacuartos sin más ciencia. Un cobro preventivo sin más poder sobre lo que los árbitros podrían o no pitar. Especular sobre esto es gratis. Y sobre tantas cosas. Hay quien incluso cobra por ellos. No falta quien dice que eran pagos asumidamente innecesarios pero para tener contento al colectivo arbitral.

Las televisiones hurgan en los archivos para encontrar gestos de Negreira, penaltis no pitados, faltas raras, maniobras orquestales en la oscuridad o en el césped, descansos en Las Gaunas, faltas en La Condomina o fantasmas en el Camp Nou. El fútbol da asco aunque el buen fútbol sea algo sublime. Y de pago.

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