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Matías Vallés

Oblicuidad

Matías Vallés

Las revistas que siguen mereciendo su precio

España enterró las revistas de información general. La desaparición de los semanarios está ligada a la versatilidad de los diarios, pero no impide apreciar los magazines de honda tradición mundial que siguen mereciendo su precio:

Time: No solo va en cabeza por su papel pionero, cuando Henry R. Luce la creó «para que tuviera enemigos», sino por absolutamente degradada. En las antípodas de los estándares literarios de Lance Morrow, Richard Schickel o Robert Hughes. La compramos a la espera de su redención.

Esquire: Un producto de la escudería de William Randolph Hearst, donde Norman Mailer se encontraba con Milton Glaser. Estaba destinada al varón en retroceso, tan desorientada por tanto como su inferior GQ.

Paris Match: La mejor revista people de la historia, mermelada con ácido, aristócratas con guillotina. Y también la gran decepción al evolucionar a una regurgitación de sus monumentales archivos.

Vanity Fair: Por supuesto la original estadounidense y no la que Nicholas Coleridge, supremo ejecutivo de Condé Nast, definió en sus memorias como «¿alguien puede explicarme por qué tenemos una revista en España?» Fue la publicación más importante del planeta con Tina Brown o Graydon Carter, está amenazada de trivialización.

Le Nouvel Observateur: El legendario Jean Daniel no estaría muy satisfecho con el semanario que condensó su talento, pero es la única oportunidad de leer algo inteligente y progresista en francés.

Le Point: Goza de nombre propio en la esfera conservadora, Franz-Olivier Giesbert, pero ya no empuña el mando y pardiez que se desvía demasiado a la derecha.

L’Express: Su engañosa modestia no debe despistar sobre la única oportunidad de leer algo inteligente y conservador en francés.

How To Spend It: El suplemento dominical del Financial Times se titula Cómo Gastarlo, pero los no multimillonarios saborearán mejor su sugestiva factura.

Der Spiegel: Extraordinaria, pero paga el peaje del idioma.

The Economist: Cómo no amar una revista para ejecutivos que titula «¿Por qué son tan malos los ejecutivos británicos? Podían empezar por tomarse su trabajo más en serio». Imprescindible, se ha digitalizado sin prostituirse.

The New Yorker: La mejor de las mejores, inalterable en sus estándares, larga vida a David Remnick.

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