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Daniel Capó

Las grandes tendencias globales

Las grandes tendencias de 2023 nos hablan

de un mundo en transformación

Afinales del mes pasado, el Real Instituto Elcano presentó un informe señalando las grandes tendencias globales previstas para este año. Si 2022 supuso un periodo de adaptación (aunque, en realidad, ¿qué año no es de transición? Sólo nos movemos hacia lo desconocido), 2023 exigirá la rápida asunción de todo un arsenal de nuevas tecnologías y el diseño de políticas vigorosas para hacer frente a los nuevos retos. El think tank español subraya los tres siguientes:

a. En primer lugar, la recuperación –agresiva si se quiere– de una política industrial a nivel europeo. Tanto los resultados de la globalización como el impacto de la covid han abierto el debate acerca de las virtudes –o de las bondades, si se prefiere– de la deslocalización industrial. No parece ser cierto el mito, más o menos interesado, según el cual a Occidente le correspondían en exclusiva las profesiones de alto valor añadido, mientras que el trabajo obrero podía desplazarse hacia países en vías de desarrollo. O, mejor dicho, sí que lo es, pero las consecuencias no han sido tan favorables como creían los portavoces de la globalización. La falta de tejido industrial tiene efectos letales en la economía y en la producción manufacturera de las naciones, hasta el punto de que su impacto acaba afectando a todo el capital humano de la sociedad. Un país sin industria es un país decapitado.

b. Los Estados pugnan por la inversión industrial mediante una vigorosa política de ayudas públicas. No sólo los europeos, por supuesto, sino a nivel mundial y con una agresividad pocas veces vista hasta ahora. Sobre todo en las inversiones relacionadas con la denominada «economía verde», pero que, en realidad, van mucho más lejos e incluyen muchos otros sectores estratégicos: fábricas de semiconductores o de baterías eléctricas, plantas de producción de vacunas, centros avanzados de Inteligencia Artificial o de tecnologías relacionadas con el metaverso, realidades virtuales aplicadas a la industria… En un mundo global, esta pugna por el control de los componentes –y también de las materias primas– se ha recrudecido. Y España no es una excepción.

c. Y, por último, se encontraría lo que los autores del informe denominan la «democratización de la tecnología», la cual incide directamente en los riesgos asociados a la tecnopolítica: por ejemplo, el control del voto y de los valores morales e ideológicos de la sociedad. Hay países –pensemos en China– donde el dirigismo social propiciado por la tecnología ha alcanzado cimas orwellianas, como hemos podido observar en estos últimos años con la pandemia. Las democracias liberales no pueden permitirse el lujo de caer en la tentación de una eficiencia que se vuelve en contra de nuestras libertades y de nuestros derechos. Iniciativas favorables a una identidad digital europea o la Declaración de Principios y Derechos Digitales irían en la dirección de salvaguardar nuestro modelo democrático.

Se trata de tendencias de fondo que no se han iniciado en 2023, cuya aplicación va mucho más allá de un año, de un lustro o de una década futura. Y que además nos hablan de la gran transformación en marcha, impulsada principalmente por la tecnología y lo que implica en relación con el hombre. Se diría que, desde la Prehistoria, no ha habido humanidad sin técnica; y hoy esta evidencia es más verdadera que nunca.

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