Saben que la palabra agricultura procede de latín. Está formada a partir de dos vocablos; ager, agri (campo de cultivo) y cultura, del verbo colere (cultivar, habitar). Hay mucho de cultura en la actividad agraria y hay mucho de innovación en el ejercicio cotidiano de la profesión. No podemos olvidar que toda cultura evoluciona y cambia a lo largo del tiempo y no podemos negar que la profesión de agricultor o agricultora, también cambia y se adapta a los tiempos. ¡Cuidado con aquellos que tan solo aspiran a que nada cambie en el sector! ¡Cuidado con aquellos que reniegan de cualquier cambio en la actividad agraria!

Yo diría que el sector agrario está inmerso en un profundo cambio cultural. Todo cambio cultural tiene algo de disruptivo y rompedor. Existe cambio cultural porque hay realidades que imponen una forma distinta de trabajar la tierra, de cultivar, de tomar las decisiones en la explotación agraria, de manejar los animales, o de vender los productos. Todos estos cambios conllevan una forma distinta de ser agricultor o agricultora. Pero sucede que los procesos de cambio pueden generar distintas velocidades e incluso realidades paralelas. Irremediablemente, hay una parte del sector agrario que reflexiona, que pone los medios para aprender, que se «apunta al carro» y que ve oportunidades. Mientras que otra parte del sector, debido a la edad, a las condiciones materiales, a la escasa formación o incluso porque aunque quiera, no puede, se va quedando poco a poco atrás. Los cambios que se avecinan obligan a tomar decisiones en el nivel de cada explotación. Lo inteligente es definir una estrategia para impulsar el cambio. Apoyarse en las «explotaciones o empresas tractoras» que ya han asimilado los cambios para que a su vez, tiren de las demás. Apoyar los esfuerzos de las organizaciones de productores o de las cooperativas que ofrezcan herramientas para que el sector se sume en torno a proyectos innovadores. Apoyar la investigación y favorecer la transferencia desde la administración agraria, y sin duda, contar el sector de la industria y la empresa privada que está invirtiendo en el desarrollo de tecnologías aplicadas.

El cambio cultural que vive el sector agrario viene dado por tres procesos que se refuerzan entre sí. En primer lugar, por el hecho del cambio climático, y por la imperiosa necesidad de adaptarse a ello evolucionando hacia una agricultura mucho más sostenible y baja en emisiones. En este momento, toda la actividad agraria y ganadera está permeada por los objetivos ambientales y esto afecta a la forma de trabajar la tierra, a los cultivos, variedades, a la fertilización, a los fitosanitarios que se autorizan, y a absolutamente todo. El segundo cambio cultural se refiere a las nuevas demandas y requerimientos de una sociedad que además de a cuestiones ambientales, piden mayores estándares de bienestar animal, calidad en los alimentos o mejoras en las condiciones laborales. El tercer proceso es la digitalización. La profundidad de los cambios que introduce la transformación digital en la forma de ser agricultor o agricultora es extraordinaria. No solo se trata de usar aplicaciones que controlan los procesos de riego, fertilización, o laboreo de la tierra. La mayor profundidad del cambio está en el tratamiento y utilización de todos los datos generados por esta agricultura 2.0. Los tres cambios representan oportunidades para el sector y mucho me temo que solo quedarán las y los agricultores que sean capaces de sumarse a ellos.

Se llama Andreu o Marga son hijos o nietos de agricultores o ganaderos, deciden vivir en un pueblo, se dedican a la actividad agraria a tiempo completo pero no renuncian a otras actividades profesionales. Aprendieron todo lo necesario de sus familiares, pero lo complementan con formación académica agraria y no agraria. Muchos tienen estudios universitarios. Están presente en redes sociales, de forma mayoritaria en Instagram y Facebook. Participan, se conectan, hablan y toman decisiones a través de WhatsApp. Son conscientes de todas las trabas y problemas a los que se enfrenta el sector agrario, pero manifiestan un nivel de satisfacción muy alto por el hecho de dedicarse a la agricultura. Ocho de cada diez le dan una importancia muy alta a la digitalización y aspiran a incorporarla en su actividad. Son conscientes de la crisis ambiental. Son los Agromillennials, agricultores de entre 25 y 35 años, nativos digitales y representan el cambio cultural.