El Real Madrid desplazó a Mallorca un equipo ramplón y llorón, incompetente a la par que prepotente. En vez de pedir perdón a la afición por el miserable espectáculo ofrecido por su pandilla basura en Palma, el todopoderoso entramado blanco denuncia una agresión de la isla contra la capital, Ucrania invade Rusia. La conducta criminal desvelada por los bots y bobots madridistas se asienta en pruebas irrefutables:

El Mallorca lesionó a Benzema para que no pudiera desplazarse a la isla.

Maffeo y Raíllo lesionaron a Courtois en el precalentamiento, nada que ver con una preparación física deficiente.

El Mallorca es culpable del penalti fallado por Marco Asensio, notorio exmallorquinista.

El Mallorca es responsable de que el Madrid no cuente con un solo jugador español digno de tal nombre, nada que ver con la política de fichajes.

El sol de Mallorca hizo que Kroos y Modric salieran con sendas hamacas al campo, solo les faltó tenderse y extenderse la crema bronceadora.

El mismo sol impidió que los madridistas dispararan ni una sola vez a puerta en todo el partido, porque les golpeaba en los ojos pero no les dejaron jugar con gafas oscuras y una caipirinha en la mano. 

El Mallorca obligó con malas artes al árbitro a sacar las mismas cinco tarjetas amarillas a los angelitos blancos, incluido Vinicius, que a los isleños.

En el colmo de la iniquidad, el Mallorca provocó la escalofriante entrada de Valverde, la más dura del partido según admitió el propio madridista.

En resumen, qué parte de «uno a cero» no entienden en la capital. La astracanada madridista se redondea sospechando que el Mallorca cometió 29 faltas sobre los blancos, frente a solo diez contra el Barça, por motivos evidentemente catalanistas. Es decir, el equipo insular coronado por un coreano, un kosovar y dos serbios peca de independentista, y está teledirigido desde Bruselas por Puigdemont. El presidente Florentino pedirá auxilio judicial a Llarena. Los madrileños nos convertirán en nacionalistas a la fuerza.