Creo que hay personas excepcionales. No es que tuviera un conocimiento profundo sobre Rafael Perera, como persona casi ninguno, como abogado tuve relación en varias ocasiones. Sobre todo cuando ejercía de abogado al expresidente Jaume Matas,en el caso Palma Arena. Como persona, padre, abuelo y esposo, debió ser una persona excepcional. Como abogado, su talante, su profesionalidad, eran absolutamente exquisitas y extraordinarias. En una ocasión tuvo la gallardía de defenderme y de resaltar mi profesionalidad, cosa que nunca agradeceré suficientemente pues a veces echas en falta que alguien diga algo bueno de ti sin tener obligación alguna de hacerlo.

No olvidaré jamás, aquella Nochebuena del 2009, cuando por circunstancias profesionales tuvimos que hacer un registro en la calle Sant Feliu, en el palacete del expresidente Matas. Ciertamente aquello fue propio de una película de Berlanga, un equipo de la Guardia Civil, bajo mi mando, y todos al mando del juez Castro y del fiscal Horrach, y en los maleteros de los coches, las gambas y otras cosas de la cena de Nochebuena. Y ahí estaba Rafael Perera, asistiendo el registro. Ni un mal gesto, ni un reproche de aquella situación que le privaba estar junto a su familia, impasible, exquisito, señor, irrepetible. Durante el registro salió al balcón del palacete y abajo estaba la prensa, lógicamente, para inmortalizar una noche que además de ser buena, era inusual y saludó a los periodistas con un cariño abriendo los brazos desde cómo quien expresa la singularidad de una Nochebuena «sacrificada». Sin embargo, se contagió de nuestras risas, no por lo que estábamos haciendo, sino por esa extraordinaria situación, cómplice profesional en facetas opuestas.

En ocasiones, me crucé con su hijo Salvador, cuando ya su presencia dejó de ser habitual y siempre le mande un fuerte abrazo y mis mejores deseos, expresándole mi cariño. Descanse en paz, Rafael, gran abogado, pero sobre todo gran ser humano. Un fuerte abrazo en la eternidad.